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Estamos a pocos días de terminar el 2024, y las perspectivas económicas para 2025 ya comienzan a resonar fuertemente en los medios. Es común ver a expertos económicos debatir sobre lo que le espera al país y al mundo en 2025, con mensajes que oscilan entre el optimismo y el pesimismo, según el analista entrevistado.
Lo cierto es que, aunque enfrentamos una economía incierta, hay resultados claros sobre la mesa. El crecimiento económico avanzó de manera modesta: la cifra del tercer trimestre de 2024, situada en 2,0% respecto a 2023, se quedó por debajo de lo esperado. No alcanzó el 2,6% proyectado por algunos expertos, y la realidad es que la economía crece a un ritmo mucho más lento de lo deseado.
Si bien todos los sectores económicos tienen un impacto en el PIB, fueron la agricultura y el entretenimiento los que encabezaron el crecimiento en este trimestre. Sin embargo, no son sectores conocidos por generar eslabonamientos positivos hacia otras áreas, como lo harían la manufactura, la industria o la construcción.
En el ámbito internacional, las elecciones en Estados Unidos y la popularización de políticas arancelarias más estrictas han causado un efecto visible en el dólar. Siempre considerado un refugio seguro, el dólar se ha apreciado frente al peso, lo que encarece las importaciones y el consumo de bienes extranjeros. Las políticas del nuevo gobierno en Estados Unidos generan incertidumbre, afectando la confianza de los inversionistas y, por ende, la colocación de capital en nuestro país.
El sector fiscal tampoco atraviesa su mejor momento. Los bajos recaudos de este año, los recortes presupuestarios anunciados por el gobierno y las disputas en el Congreso para aprobar nuevas fuentes de ingresos han puesto en entredicho la estabilidad financiera del Estado. Con grandes preguntas aún sin resolver sobre la financiación de proyectos y el cumplimiento de la regla fiscal, las finanzas públicas están bajo presión.
En este contexto, Colombia se encuentra en la mira de las calificadoras de riesgo, con una posible reducción en su calificación crediticia. Un país más riesgoso se vuelve menos atractivo para los inversores extranjeros, lo que obliga a ofrecer mayores tasas de interés para captar capital y complica la financiación de proyectos a largo plazo que dependen de inversión extranjera.
Sin embargo, no todo es negativo. La inflación ha disminuido considerablemente en comparación con años anteriores. Aunque los precios siguen siendo percibidos como altos, especialmente en sectores dependientes de insumos extranjeros, se han estabilizado y han frenado su alza. Aun así, la pérdida de poder adquisitivo frente a años previos sigue siendo un desafío.
Con la inflación de octubre mostrando un crecimiento negativo respecto a septiembre, se refuerza la tendencia hacia una estabilidad de precios. La cautelosa política de reducción de tasas de interés busca evitar efectos rebote y mantener esta estabilidad. Esta cifra será clave en las próximas negociaciones con los gremios para definir el salario mínimo de 2025. Con una inflación proyectada en torno al 5,3%, es poco probable que el aumento del salario mínimo alcance los dos dígitos que algunos sectores laborales esperaban.
Las preguntas para el 2025 son muchas y complejas: ¿seguiremos con crecimientos bajos? ¿Cómo lograr que los sectores aún rezagados se recuperen? ¿Qué impacto tendrán las políticas del gobierno de Trump en nuestra economía? Aunque el panorama sigue siendo incierto y, en ocasiones, poco alentador, contamos con bases más sólidas que en años anteriores para enfrentar los retos económicos del próximo año. ¿Todo tiempo pasado fue mejor? Eso queda por verse. La decisión, como siempre, está en manos de la economía, es decir en muchos casos, en nuestra manos.
Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/carolina-arrieta/