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Este año comenzó con una lectura recomendada por una de mis grandes amigas, Todo sobre el amor de Bell Hooks, pues como nos pasa a todas las personas en el mundo, pero especialmente a las mujeres debido a nuestra socialización, la pregunta sobre el amor, amar y sentirnos amadas, es un cuestionamiento existencial y político para nosotras.
En este libro, Hooks se atreve a nombrar que el amor ha sido demasiado relativizado, a tal punto que puede confundirnos su definición y por ende su comprensión y experiencia; por ello, su principal argumento es que éste, más allá de romanticismos y manifestaciones subjetivas, es un acto concreto, una intención y voluntad que se evidencia en los hechos.
Para ella (citando a Peck), el amor es “la voluntad para extender el propio yo para favorecer el crecimiento espiritual de uno mismo y el de otra persona”, u otras personas. Esto significa la intención manifiesta de expandir mi propia conciencia y de quienes me rodean. Asimismo, el amor se evidencia en los actos de cuidado, afecto, reconocimiento, respeto, compromiso, confianza y comunicación asertiva, entre otros; marcando enfáticamente que donde hay violencias, maltrato, abandono, desprecio y abuso, no puede haber amor.
Sin embargo, Hooks también nos dice que nuestra sociedad ha tenido una visión distorsionada del amor porque siempre la hemos vivido ligada al maltrato y al abuso. Nuestra sociedad ha crecido viviendo actos de cuidado, con gritos, palabras amenazantes o llenas de culpa al mismo tiempo, interpretando todo esto como un acto de amor. Por ejemplo, crecimos recibiendo un plato de sopa en la mesa, a la par que nos decían que sí no la comíamos no podríamos compartir con nuestros amigos en la calle; o que miráramos la familia que no tenía comida y nosotros despreciándola; o, en su defecto, nos daban un golpe si decidíamos no tomar la sopa. Nos dacían que estos hechos eran actos de amor, que lo hacían por nuestro bien y nuestro cuidado.
Podríamos enlistar múltiples actos de cuidado combinado con violencias en el plano íntimo, pero lo más interesante es que en las vidas colectivas y públicas también reproducimos esta forma de relacionamiento. Tenemos el grupo de personas en el barrio que nos cobra vacuna (nos extorsiona) como la cuota del cuidado y la vigilancia en la cuadra, manifestando que nos cuidan de ellos mismos, pues cuando este valor no es pagado, nos queman los locales, nos roban las pertenencias de la casa o el negocio, o asesina al dueño o algún familiar.
También lo vemos en la relación laboral. Hay un contrato laboral por un intercambio de fuerza de trabajo, pero cuando otro manifiesta límites, situaciones con las que no está de acuerdo, acosos sexuales o laborales o aspectos que se pueden mejorar, queda catalogado como el crítico, el saboteador, el inconforme, consolidando un ambiente tan tenso que termina en la finalización del contrato.
Y, claramente, en la política también lo vivimos. Nuestros dirigentes esperan de sus equipos devociones absolutas, manifestaciones de compromiso tan leales que anulan cualquier subjetividad. Asimismo esperan una sociedad que aplauda y se comporte como ellos mandan, de lo contrario, actúan con la fuerza policial, el rechazo de los programas o el silenciamiento de la agenda pública propuesta, siendo la política de la cancelación su principal herramienta.
Todo lo anterior me lleva a preguntarme, ¿será que es posible llevar el amor en todas las relaciones, independiente de su ámbito, donde tengamos de manera concreta herramientas para avanzar hacia una sociedad del cuidado y de confianza, donde no se naturalice más la violencia como forma de relación?
¿Tendremos la capacidad de desestructurar las violencias tan cotidianas y sutiles con las que hemos sido educados, para que no estemos esperando que el político nos robe, la policía nos maltrate, el jefe nos acose o nos violente, o una pareja nos manipule?
Me gusta creer que el amor sea un movilizador concreto de todas nuestras experiencias y que, más allá de reflexiones subjetivas y relativizadas, pueda volver a convertirse en un motor para construir relaciones distintas, por lo menos, aclarando dónde no está presente. Donde te violenten no hay amor.
Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/luisa-garcia/