Escuchar artículo
|
El rasgo fundamental para reconocer un político “tibio” en Colombia es su excesiva preocupación por la forma, pero su nula capacidad de reflexión sobre el fondo. Perdidos en los turbios nubarrones de su vanidad, son incapaces de colegir las estructuras que subyacen a los fenómenos sociales que marcan la muerte y la pobreza de millones. Superficiales y oportunistas, complacientes y camaleónicos, así son los personajes de los que hablaremos en la columna de hoy.
Su política cosmética por regla general carece de plataforma programática. Para el tibio la agenda es lo que está de moda, lo que no incomoda, lo que la masa quiere escuchar hoy, así tengan que decir lo contrario mañana. Evitan pronunciarse de manera clara sobre el modelo económico, la estructura del Estado o la seguridad en los territorios, con el fin de dejar un margen de ambigüedad que les permita deslizarse entre las grietas, como las sabandijas. Son adolescentes eternos que creen cambiar el mundo con bicicletas, mariguana, incienso y aceite de coco.
Para los tibios todos, absolutamente todos, son políticos tradicionales, excepto ellos, así lleven, como Fajardo, más de 20 años repitiendo el mismo sonsonete vacío con el cual hace política, aunque sólo se le vea aparecer en tiempos de campaña. Despotrican de los clanes corruptos, pero ellos mismos parasitan del Estado por años, pasando de un cargo al otro apalancados en los dineros públicos que dicen respetar, y su vida no es otra cosa que la trayectoria de una campaña perenne, que no termina nunca, o que termina sólo cuando se agota el combustible de su ambición.
Para la muestra un botón: tomemos por ejemplo a uno de esos políticos tibios que hoy en día se ha vuelto paradigmático en nuestro país: el Representante a la Cámara por Antioquia, cuyas rastas han pasado dos veces por el Concejo, renunciando en el segundo periodo para aspirar a la Cámara, traicionando el voto de quienes lo eligieron Cabildante, y no para que los instrumentalizara como plataforma para convertirse en Congresista. Este político “alternativo” lleva más de 8 años viviendo de la teta del Estado, y ha recibido y sigue recibiendo burocracia del regente de turno. ¿Cuánta mermelada le entregó Fico Gutiérrez?
Como si fuera poco, ninguno de ellos ha creado en la vida un solo puesto de trabajo. No saben lo que significa generar empleo en este país. Pese a eso, cualquier empresa que use un pedazo de plástico es para ellos anatema, objeto de escarnio y de cancelación. No les importa cuántos trabajos formales genera el emprendedor, ni cuantas familias perderán el bocado de comida que les llega gracias a las ventas de un pitillo. En su fantasía ellos habitan Noruega o Dinamarca, pero no Colombia.
Viven en una burbuja hedonista que se rompe cuando han tenido oportunidad de gobernar. Y las consecuencias han sido desastrosas. Miremos el caso de Bogotá, donde gobernó Claudia López con la impostura de un discurso reciclado que fue no obstante capaz de convencer a incautos. Entregó una ciudad sometida a la delincuencia, al caos de movilidad y con escándalos de corrupción como el de los vagones ambulancia o el uso de dineros de la corrupción para apoyar la campaña de su esposa, escándalos que, lejos de esclarecerse, siguen ahondando en las dudas sobre la probidad con la que manejó los recursos públicos de la capital.
Así pues, frente al oportunismo y la hipocresía de los tibios, vale siempre recordar aquel dicho popular que reza: «El que tiene techo de vidrio, no tire piedras al vecino.»
Otros escritos de este autor: https://noapto.co/julian-vasquez/