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Django Unchained, la película escrita y dirigida por Quentin Tarantino, cuenta la historia de un esclavo que vive en Texas años antes de la guerra de secesión estadounidense. La narración utiliza descripciones muy detalladas de la esclavitud en las plantaciones de algodón, del grotesco sistema de reglas que delimitaba el relacionamiento entre negros y blancos. Tarantino se burla de las relaciones amo y esclavo. El ridículo ronda cada una de las escenas, y asumo que es más una decisión de dirección, que el análisis anacrónico de un espectador que observa a Estados Unidos en 1865 con los valores de la sociedad moderna.
Una de las escenas que más me gusta es cuando Stephen – interpretado por el maravilloso Samuel L. Jackson- ve a Django recorrer encima de un caballo el largo callejón que conduce a la casa de su amo, Calvin J. Candie. Stephen no puede creer lo que está viendo, le resulta inverosímil. No puede entender que haya un negro que esté montando a caballo y que además sea un invitado del dueño de la hacienda. Dice: “no entiendo por qué debo respetar a este negro”. Su momento de mayor confusión llega cuando Calvin le ordena que prepare la habitación para Django. Stephen explota: “él se va a quedar en la casa grande” pregunta. Calvin le responde que sí. “Él” — reitera Stephen— “en la Casa Grande” — enfatizando cada palabra mientras mira a Django. Le es inconcebible, no puede entenderlo. La escena termina con Stephen yéndose a arreglar el cuarto de huéspedes mientras reniega: “no puedo creer que deje dormir a un negro en la casa grande”.
La semana pasada me acordé de esa escena por cuenta de una polémica. La vicepresidenta Francia Márquez fue señalada por utilizar un helicóptero para transportarse. La situación merece ser analizada en su complejidad, al menos en dos sentidos. Primero, es cierto que Márquez, al ser la vicepresidenta, debe rendir cuentas sobre sus acciones pues es lo que se espera de cualquier funcionario público. El pedido de explicaciones es legítimo. La vicepresidenta debe atenderlo con claridad y de manera satisfactoria. Al respecto dijo que se movilizaba de esa manera por una cuestión de seguridad, pues hace poco su esquema verificó un atentado en contra de su familia. No son nuevos los deseos de hacerle daño.
Segundo, muchos de los reclamos respecto al modo de transporte de la vicepresidenta nacen del mismo lugar desde el cual Stephen, el personaje de Tarantino, habla: el desconcierto por ver a una persona negra haciendo cosas que históricamente le han arrebatado, ocupando lugares reservados para las personas blancas, para los amos. Márquez representa a esos que no deberían estar en cargos de poder. Siendo la vicepresidenta, personifica una anomalía en un sistema típicamente excluyente. Su presencia en un espacio de dirección es inverosímil para aquella(o)s que piensan, — aun cuando la guerra de secesión estadounidense se ve muy lejos — que una persona negra no puede ir a caballo, no puede dormir en la casa grande, o no puede ir en helicóptero. Hay un Stephen en cada uno de ello(a)s.
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