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El mundo ha seguido girando, mi vida ha seguido pasando y, sin embargo, siento que se me ha dificultado expresar lo que siento. Hay una idea que tengo hace días dando vueltas en la cabeza y pienso que hasta que no hable de eso, será difícil hacerlo de otros temas: dejamos que pasara.

Tengo en el fútbol una excusa medio banal a la que le doy espacio en vida para darme algunas alegrías  y bastantes tristezas, ambas momentáneas. Quisiera escribir sobre eso ahora que mi equipo volvió a quedar campeón en Colombia bajo la dirección técnica de un hombre humilde y sencillo que habla mucho del grupo y muy poco de fútbol, pero no puedo: dejamos que pasara.

Mi hija, Leticia, cumplió dos años y cada día ha sido un aprendizaje y un reto. Ella y María Del Mar, me  dan la perspectiva que mi vida necesita, que facilita las decisiones complejas y ayuda a encontrar los caminos cuando se oscurece el panorama. Dejan claro, con una contundencia irrefutable, lo que verdaderamente importa. Quisiera escribir sobre sus avances, sus descubrimientos, mis descubrimientos, pero no se me sale de la cabeza esa frase: dejamos que pasara.

Se presentó el informe de la Comisión de la Verdad en el marco del proceso de paz y aunque los números son aterradores, me perturba la idea de que en medio de una guerra, nosotros hayamos seguido la vida casi como si nada pasara. Recuerdo la ciudad llenándose de personas en los semáforos, eran los desplazados que nunca han dejado de llegar. Recuerdo los noticieros hablando de masacres de un lado y del otro, de cabezas cortadas, de motosierras, de cilindros bomba, de secuestros, de pueblos destruidos, de espionaje, de ejecuciones extrajudiciales. Muchos crecimos entre los bombazos en Medellín y aun así dejamos que pasara.

Hago un esfuerzo por no quedarme en una cifra sino en lo que representa cada caso, cada historia, cada agonía. De cualquier forma, es bueno que no dejemos pasar algunos datos: 450 mil homicidios (en Ucrania van apróximadamente de 4 mil), 121 mil desaparecidos (en la dictadura chilena fueron 3000), 50 mil secuestrdos, 16 mil niños, niñas y adolescentes reclutados, forzados a entrar en la guerra, y, ojo a esto, 7,7 millones de desplazados. En otras palabras, superamos los 8 millones de víctimas de la guerra  donde, resalta el informe,  “las principales víctimas del conflicto armado en Colombia son civiles del común”. Nuestras cifras se asemejan a las de Siria que tiene más de 500 mil muertos y un total de 12 millones de víctimas. Fracasos de la razón.

Veo en este informe la oportunidad de estudiar la guerra desde la verdad de las víctimas y los datos disponibles. No lo entiendo como un documento revanchista, acusador, hostil, sino como un esfuerzo por contar la historia de la guerra de todos. Es nuestro deber como país analizar a fondo el texto como un homenaje a esos 8 millones de víctimas de todos los bandos y como un compromiso de buscar que nunca más volvamos a dejar que esto pase.

Dentro de lo muy poco positivo que veo de la llegada de Petro a la presidencia es que confío en su compromiso con la paz y espero que lo haga desde esa idea básica de reconstruir un país que lleva 60 años en guerra.

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