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Para los puristas de la gestión pública la ineficiencia es un mal inadmisible; creen que el Estado es una empresa que debe funcionar con los más altos estándares de planeación y administración. Piensan, que renunciar a la alcaldía es un pecado inexpiable.
Al menos en Colombia la gestión pública no se trata solo de la administración de lo público, sino también de la democracia, del poder, de los individuos y las colectividades. En la gestión pública hay personas, seres humanos de carne y hueso e instituciones que no son relojes perfectamente engranados ni máquinas de movimiento perpetuo.
Admitir la democracia es necesariamente, admitir que en el gobierno de lo público hay ineficiencias, que incluso cuando estas son profundamente lamentables, hacen parte natural del sistema.
Si no solo la admitimos sino que la defendemos, debemos también defender la política, que es la representación de las ideas propias y colectivas en la gestión de lo público. Siendo así, se vale renunciar para hacer política. Entonces se puede renunciar al concejo para lanzarse a la camara, a la alcaldía para lanzarse a la presidencia, a cualquier cargo para dedicarse a la política de las elecciones.
Quintero podrá ser corrupto y que renuncie a la Alcaldía para hacer política es cuando menos lamentable, pero es político profesional y esto es democracia. En el gobierno de todos se vale no saber, equivocarse y retirarse. Las dos primeras no aplican a Quintero -evidentemente-, pero renunciar per se no tiene por qué estar mal.
Criticar a Quintero por el mero hecho de renunciar es perder de vista lo esencial: su corrupción. Pararse en el pedestal del sector privado para juzgar con la misma vara a la política es dejar de ver que Quintero no renuncia por estar derrotado, al contrario, su posición natural es jugar de delantero en el juego de la política. Mucho peor es criticarlo luego de haber apoyado a otros que han hecho lo mismo desde distintos cargos.
Tampoco debo caer en incoherencias, en democracia se vale criticar a Quintero por renunciar -y se vale estar en desacuerdo con el sistema-; pero la posición purista sobre la administración de lo público genera una barrera entre lo público y lo privado, aleja ideas, propósitos y personas loables de la arena política. Para avanzar es más fácil reconocer que al menos en el momento presente de nuestra política, la eficiencia, la rapidez, vocación y otros valores similares no venden tanto como renunciar para enfrentarse al uribismo.
Otros escritos de este autor: https://noapto.co/pablo-estrada/