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El término “vándalo” es una herencia de un trauma antiguo. En el siglo V invasiones y migraciones de pueblos germanos y eslavos reventaron al debilitado Imperio Romano de Occidente. En un siglo, la misma ciudad de Roma fue saqueada tres veces por diferentes ejércitos bárbaras, el segundo saqueo, producido en el 455, fue protagonizado por una tribu germana, los vándalos. Su rey, Genserico, prometió al Papa León I que si le abrían las puertas sin luchar respetaría la ciudad. Los romanos accedieron, pero Genserico mentía, y una vez en Roma, la ciudad fue saqueada por catorce días. Los vándalos fueron tan metódicos y ambiciosos en sus robos, que ganaron fama inmortal por la manera en la que dejaron la ciudad. No hubo estatua de un dios, adorno de metal o mercancía por humilde que fuera que los saqueadores no se llevaran. Roma, que a pesar de varias décadas de crisis seguía siendo una impresionante ciudad, quedó reducida a una sombra de sí misma. Los vándalos saquearon con codicia, pero también con odio y vindicación. No solo se enriquecían, sino que descargaban su desprecio por la ciudad de sus enemigos.
Con el tiempo, calificamos la metódica destrucción con los vándalos y el término se hizo parte de nuestro vocabulario:
adjetivo
Dicho de una persona: Que comete acciones propias de gente salvaje y destructiva. Usado también como sustantivo.
Gracias a las investigaciones de organizaciones como la veeduría Todos Por Medellín, medios de comunicación como El Colombiano, Caracol Radio y El Armadillo, y las denuncias de docenas de ciudadanos durante cuatro años, sabíamos de cosas como las que los recientes anuncios de la Fiscalía vienen confirmando: el esfuerzo sistemático de la administración pasada por saquear la ciudad.
También tenemos ahora los testimonios de la nueva administración distrital. El alcalde Federico Gutiérrez y varios concejales han sido claros en denunciar la cantidad de problemas, desfalcos, entuertos y enredos que han encontrado. Y las conversaciones informales con varios funcionarios, tanto de carrera como algunos que llegaron con el nuevo gobierno, solo amplía el panorama del nivel metódico y al tiempo profundamente mezquino en el que la alcaldía pasada se aprovechó de la administración distrital. Incluso en secretarías donde hay menos problemas y dudas sobre el uso de los recursos públicos, se encuentran jugadas y maromas que en el mejor de los casos resultan odiosas. No solo fue saqueo, sino minado. Los nuevos funcionarios caminan con cuidado para no activar alguna de las muchas cargas que les dejaron.
Luego del saqueo, reconstruir. Esa es la tarea, por supuesto, pero sin olvidar lo que pasó en la ciudad y las consecuencias en el mediano plazo de todo esto. No solo es la ausencia de recursos (el déficit que ha señalado la administración actual), es el enorme reto de resolver una infinidad de problemas adicionales que les dejaron los que salieron a estos nuevos funcionarios. Lo de Medellín fue un saqueo sistemático y mezquino; ambición, pero también odio.
Si pudieran verlo, los vándalos estarían admirados.
Otros escritos de este autor: https://noapto.co/santiago-silva/