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Juana Botero

Saldos insuficientes

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“El hombre nacer no pide, morir no quiere y vivir no sabe”

El tiempo no se pierde, pero si se gasta. Tenemos una bolsa limitada de instantes, de segundos. Lo que hacemos con cada monedita de ese saco, jamás lograría crecerlo, no invertimos en el sentido de ganarle al inexorable paso del tiempo. Cada uno llega con más o menos días de calendario, pero nos une la cuenta regresiva. Porque lo único que tenemos es tiempo, lo que no sabemos es cuánto.

Vamos a morir. Todos. Sin excepción. No se deja de morir por mérito, mueren también los más audaces, ricos, poderosos y sabios. Mueren los justos y los pecadores. La fecha de caducidad es la verdadera democracia, se reparte por igual, no tiene sesgo de género, no es xenofóbica, no excluye las clases sociales, ni entiende de ideología política. 

Nadie sabe si está más cerca de ella, si se han ido vaciando los instantes de la bolsa de tiempo.  Es una tarjeta con la que se pagan los días y jamás se sabe en cual compra el datafono dirá:  “saldos insuficientes”. Ni un solo ser puede acceder a conocer lo que queda en su cuenta, no se puede ahorrar, ni pedir crédito, tampoco es posible hacer “vaca” para que rinda.

Hay quienes ahorran en vida para que les quede más, con la falsa ilusión de que al otro lado alguien está viendo las buenas acciones, hábitos o comportamientos maravillosos para ver si le presta o lo premia con tiempo.

Otros creen en que hay síntomas para reconocer que tan cerca se está del día final, el síntoma de la vejez, de la enfermedad, de la pobreza, de la guerra. Pero nada, eso también es falso. Tiene tanta incertidumbre sobre su muerte el más viejo que el más joven, el más rico que el más pobre.

Morir no es estadístico. Por lo menos a la vida de cada uno no debería importarle demasiado la expectativa de vida de la época, ni la tasa de mortalidad de su país. Uno no vive mejor o peor sabiendo que es parte de un promedio o de un porcentaje; la muerte llegará con o sin ese conocimiento, sin avisar siquiera y aunque usted fuera el único que muere a temprana edad o de esa enfermedad, aunque su muerte sea el 0,001% de alguna cifra, pues con eso basta al final, porque solo tenemos una oportunidad. Así que, qué más da si en su país haya más probabilidades de morir de viejo o que con su buena salud o genética tenga pronósticos de longevidad. Al fin de cuentas, la muerte es azarosa y se ríe de nuestros cálculos.

Es medianamente obvio hacia dónde voy con esta reflexión vieja y actual de la humanidad. La siempre viva pregunta por la muerte que lleva indefectiblemente a la siguiente pregunta. ¿cómo vivir entonces si sabemos que vamos a morir?

Esa última pregunta la han respondido filósofos, empresarios, muertos, brujas, su abuela y la mía, usted y yo.

Nos la respondemos a diario, aunque no escribamos sobre ello o no hayamos construido imperios con productos para hacer “la vida mejor” o más bella, o menos dolorosa.

Al final todos estamos tratando de responderla, con mayor o menor conciencia. Porque solo vivir es responder. Y se vive segundo a segundo, así que la respuesta la podemos modificar en esa misma medida y eso es una maravillosa oportunidad.

Los años pasan, pero no en manojos de tiempo, no se vive de diez en diez, realmente los días pasan de a uno, los segundos cuentan. No hay tal cosa como una época, porque la vida se acumula, pero solo para los recuerdos, ella nunca está presente con saldos del pasado ni vacíos del futuro. En cierta medida es igual a la muerte, no es posible ahorrar vida, prestar vida, endosarla y ni siquiera regalarla. Ella cae gota a gota, sin importarle cuanto vivió usted ayer, ni cuánto va a vivir mañana.

En fin, uno nunca llega a ningún lado con estas reflexiones de las cavernas internas, lo que sí es claro es que, aunque no se llegue, aunque sea imposible concluir e incluso aburrido abordar las preguntas sobre existir; aquí seguimos existiendo. Solo eso vale la pena, solo eso vale la vida, solo eso palpita y solo eso, es exactamente lo mismo que sin duda va a morir.

Yo me seguiré gastando este tiempo hasta que se agoten los fondos, con la conciencia cada días más aguda de que este instante tiene siempre la posibilidad de ser el último y por ello no ahorrare en suspiros, en alientos cortados, en ahogos de risa, en respirar profundo y exhalar con fuerza. En vivir intensamente el presente como sea que se presente. En gastar mi propio saco sin importarme demasiado el saco de los demás.

Si pudiéramos vivir como la muerte nos espera… sin prejuicio, sin afán, con certeza, siempre a tiempo, sin dramas ni postergaciones.

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