Respirar veneno

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Otra vez estamos en “estado de alerta” por la calidad del aire en Medellín. Las partículas que estamos inhalando son tan finas que, con cada inspiración, entran hasta los conductos más profundos de nuestros pulmones, se alojan allí y aumentan el riesgo de que padezcamos infecciones respiratorias, enfermedades cardíacas, accidentes cerebrovasculares y cáncer.

Anne Boyer en su punzante ensayo Desmorir Una reflexión sobre la enfermedad en un mundo capitalista relaciona su diagnóstico, un cáncer de mama triple negativo, con la forma en que hemos organizado la sociedad. Hay dos aspectos de su análisis que son importantes para pensar en la crisis ambiental que vive la ciudad: el primero es que vivimos en un mundo que nos enferma. Los microplásticos que bebemos en el agua y las partículas de hollín y metales que estamos respirando en este momento son también productos del sistema económico actual. No los compramos, pero sí los consumimos porque hacen parte del mismo paquete: por la compra del crecimiento económico lleva gratis un planeta destruido y una salud deteriorada.

El otro elemento es la desconexión entre la degradación ambiental ocasionada por la industria y las consecuencias fatales para la salud de las personas. Esto se ve así: cuando alguien recibe un diagnóstico de cáncer, por ejemplo, se atribuye la enfermedad exclusivamente a sus hábitos y decisiones individuales. Boyer propone en su ensayo que el discurso del mérito, mito fundacional del capitalismo, también debe ponerse en cuestión para pensar en la salud. Ni la pobreza, ni la enfermedad son únicamente responsabilidad de quienes la padecen: son también responsabilidad de la sociedad que permite que ocurran.

Las medidas para atender la “contingencia” son superficiales: se acaban las vías exentas de “pico y placa”, los vehículos de modelos más antiguos deben estar quietos un par de horas más de lo habitual, las empresas que “no han demostrado el cumplimiento de los estándares para material particulado” son suspendidas. A los ciudadanos nos llaman a planear nuestros recorridos para “hacer más cosas en un solo viaje” y a “hacer uso del teletrabajo”, como si por las ventanas de las casas no entrara el mismo veneno. Según la OMS, “alrededor del 88% de las muertes prematuras atribuibles a la contaminación del aire ambiental exterior ocurren en países de ingresos bajos y medios”. Como todos los problemas ambientales el de la calidad del aire está asociado a la manera en que entendemos la relación de la naturaleza con la economía. Gracias a los modelos generados por el sistema de medición del SIATA sabemos cuándo las condiciones atmosféricas del cañón en el que vivimos harán que la evacuación del material particulado que emiten vehículos e industrias se altere, pero aún así las autoridades privilegian “la economía” sobre la vida.

De acuerdo con las guías de calidad del aire de la OMS, la reducción de la concentración de las PM10, las partículas ultrafinas que inhalamos todo el tiempo, podría reducir en 15% el riesgo de mortalidad por las patologías asociadas a la polución del aire. Si realmente nos importara la vida los círculos naranja y rojo que vemos en los mapas harían que nos detuviéramos en seco para dejar de matarnos. 

Por definición las “contingencias” son situaciones que pueden o no suceder. Lo que pasa con el aire de Medellín y, en general, con la polución del planeta, no es una contingencia: es una certeza. Es el resultado de proteger la continuidad de un sistema que funciona a costa de la vida y de evitar la incomodidad de discutir los cambios que debemos implementar para construir una economía que la ponga en el centro. Me imagino un sistema en el que los ritmos del planeta orienten nuestro modo de producir y de consumir. Uno que se replantee las prioridades y privilegie el bienestar de todos sobre los intereses de algunos. En el que nos dejen de asustar año tras año con el fantasma del aumento del  desempleo y podamos hablar francamente sobre topes de utilidades y de acumulación. Un mundo en el que todos estemos de acuerdo en que la vida vale.

Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/valeria-mira/

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