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Renunciar a Quintero

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Hay que renunciar a Daniel Quintero ¿Y eso qué implica? Dejar de sobre estimarlo. No creo que sea un personaje tonto, en absoluto, pues con mucha astucia ganó la alcaldía y controló la agenda de Medellín por lo menos durante la mitad de su mandato. Solo que creo que no es el genio que siempre va dos jugadas adelante, como a veces lo tiende a pensar un sector de su oposición.

Su renuncia no es un movimiento digno de Sun Tzu, sino más bien la última carta que se juega alguien desesperado. Es que volviendo a la importancia de dejar de sobre dimensionarlo, un niño de 10 años que juega Age of Empires sabe que no puede abrir frentes de batalla contra todos los imperios rivales al mismo tiempo, justo lo contrario a lo que hizo Quintero: lidiar una batalla simultánea con numerosos y poderosos grupos políticos.

Y a ver, si fuese tan hábil, no sería el alcalde más impopular de la historia desde que se mide con encuestas (y no solo es Invamer, no hay en una en que le vaya bien); y su ungido Upegui no tendría que estar celebrando que crece 2 puntos en una encuesta, y que ya solo está a 50 del primero.

Claro que ha construido una base política, que no se puede desconocer, pero no se trata de una obra de Houte Couture, sino algo que hemos visto toda la vida: un político que construye sus lealtades a punta de dinero y contratos. Nada nuevo ni sorprendente bajo el sol. Lealtades que, además, son las más cambiantes. Apenas soplan otros vientos de poder, rápidamente desaparecen.

Y tampoco hay que ser Joe Napolitan para pensar en argumentos demoledores y fáciles de comprender para cualquier persona en contra de la renuncia de Quintero. Fácilmente se le puede transmitir a la gente cosas como “renunció por hacerle el quite a la justicia”, “se fue porque en realidad Medellín nunca le importó”, “le puede más su ambición de poner alcalde, que su amor por la ciudad”. Puntos no solo fáciles de difundir, sino ciertos.

Estamos ante alguien astuto, pero no ante un genio. No se trata de descuidarse, ni de subestimarlo. El punto es no darle a Quintero un lugar de eminencia de la política, porque ni lo es, ni eso se merece.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/jose-valencia/

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