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Relaciones anárquicas y el triunfo del individualismo

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Pendulamos como humanidad. Pasamos de extremo a extremo constantemente.

Hubo una época en la que lo común era más importante, donde las relaciones, las familias y los vínculos eran sinónimos de estatus social, donde había que quedarse cerca de la tribu y las alianzas maritales eran obligatorias para vivir en sociedad. Fueron, o por lo menos van quedado atrás, unos tiempos en los que la libertad no era un asunto cotidiano de conversación. Ahora, estamos del otro lado. Pendulando del lado en el que el peso está sobre el individuo y su desarrollo personal en solitario. En el que hablamos de libertad a diario no solo en las mesas del comedor, sino en los atriles públicos. Un tiempo en que la libertad se tomó el tema de las relaciones de pareja.

Aunque vamos de un lado a otro, algunos están tratando de conjugar la mirada colectiva y el individualismo. En esa titánica búsqueda, que era justa y necesaria, han sido aniquilados ciertos términos tradicionales como: novio, esposo, esposa, marido. Todo para darle paso al más actual término que recoge una serie de prácticas disruptivas en las parejas: La Anarquía Relacional. 

Las Relaciones Anárquicas son esas que rompen con el sistema “normativo” y que han sido socialmente aceptadas en las parejas. Esta anarquía tiene varias modalidades: poliamor, relaciones abiertas, Situationship y otros que desconozco.

Casi todas tienen en común lo llamados ACUERDOS. Que son, palabras más palabras menos,  normas o pautas de comportamiento que crea cada pareja, trieja o cuatrieja, para poder llevar con menos peso la carga que supone tener una relación tradicional. De la que sin duda todos coindicen en querer huir.

A mí la idea me parece fabulosa porque, ¿quién no quiere dejar de sufrir por amor o vivir de manera plena esa dimensión de la vida? ¿Quién no quiere sentirse libre? ¿Quién no quiere hacer lo que se le da la gana? ¿Quién no quiere lo mejor para sí mismo? Pero una cosa es eso y otra la solución que estamos encontrando.

Después de explorar la anarquía del amor, descubrí que detrás de querer esa libertad inmarcesible que ya empieza a sonar como un deseo patriótico, se esconde en muchos casos una pulsión infantil descontrolada por quererlo todo como a uno le dé la gana, sin medir las consecuencias, sin importar cómo se convive en sociedad, sin importar nada más que el Yo. Hay una indecisión fatal, una confusión constante, un no compromiso con nada.

Pienso que detrás de los discursos de amor incondicional y valentía relacional, lo que estamos empezando a tener es una incapacidad de convivir con otros. Parece que tenemos miedo porque todo el tiempo estamos haciendo cálculos y el costo de oportunidad es tremendo, siempre habrá algo mejor. Por eso ya nadie quiere “casarse” con nada y menos con nadie, porque significaría elegir complejidades propias de la elección y ya nadie quiere nada a más de dos clicks; sería demasiado complicado.

Esta tendencia es poco sorprendente en un mundo que no se compromete con nada más que consigo mismo, en el que se ha perdido el sentido de trascendencia y se agotaron todos los metarelatos. Estamos viviendo un vacío social donde la virtud es un asunto de locos y en que el trillado mantra “aquí y ahora” se ha desvirtuado hasta llegar a que “Comamos y bebamos que mañana moriremos”. Parece que de tanto presente se nos perdió el futuro.

Ninguna tradición espiritual oriental de donde importamos esas frases dice que hagamos de la vida una bacanal.  No imagino a ningún maestro espiritual oriental recomendándole a sus alumnos que desechen todo: personas, recursos, comida para vivir de manera hedonista. Hablan sobre la importancia de la presencia, de la atención plena, del gozo de lo simple, del disfrute de cada respiración, de la responsabilidad con el otro. Los orientales no han desestimado su futuro. Comprenden el tiempo en su justa dimensión. Buscan con sus prácticas espirituales tener una mejor relación con el tiempo: Pasado, Presente y Futuro. Ninguno ha negado la existencia del tiempo y el espacio. 

Ante la complejidad que hoy supone relacionarse, Zygmunt Bauman en su libro Amor Liquido, dice:  “Si no existe una buena solución para un dilema, si ninguna de las actitudes sensatas y efectivas nos acercan a la solución, las personas tienden a comportarse irracionalmente, haciendo más complejo el problema y tornando su resolución menos plausible.”

Estamos en el terreno de lo líquido, en arenas movedizas. En donde optar por amar a una sola persona parece significar que se es patriarca, monógamo, inconsciente, castrador de libertades, con deseos de poseer la individualidad del otro y tan básico que no se puede amar a sí mismo y bastarse.

Pero qué tal que la gente, de manera consciente, amorosa y libre, pueda elegir entre mil opciones algo con lo cual involucrarse:  una causa, un trabajo, un país, una pareja. Cuando este deseo surge ya no del romanticismo de la vida ni de la infantil creencia de la certeza, entonces elegir es de valientes, porque el que elije excluye y se hace responsable de lo uno y de lo otro.

Podemos intentar llegar a algo como la ética del amor y el cuidado, donde sea posible comprender cómo llegamos hasta aquí, pero sin pendular al otro lado en el que ningún vínculo es importante.

Asumiendo el riesgo de ser maleninterpretada, defiendo el derecho al placer y la búsqueda del crecimiento espiritual individual. También creo que nadie es la mitad de nadie; detesto las narrativas del amor romántico, no creo que las personas deban estar juntas con fines sociales o reproductivos, no confió en las declaraciones de eternidad, ni comulgo con la infantil creencia de que toda la vida habrá exclusividad sexual hasta de pensamiento, y especialmente  tampoco consiento vivir en un mundo lleno de miedos, culpas e infiernos.

Pero aunque crea esto, no creo en las soluciones New Age hedonistas e individualistas que por lo visto han triunfado. No encuentro en ellas consciencia colectiva, amor incondicional ni pureza.

Creo en la responsabilidad afectiva y en lo que antes llamé la ética del amor y el cuidado, pero para ello quedan preguntas: ¿Cómo amar en libertad con responsabilidad afectiva? ¿Cómo construir en pareja sin perder la individualidad? ¿Cómo ponernos como prioridad sin ser narcisos? ¿Cómo llegar a acuerdos que no dañen a otro? ¿Qué significa la consciencia en el amor? ¿Qué es amar incondicionalmente? ¿Qué son los limites personales y cómo se construye con ellos? ¿Qué tan sostenible es una sociedad que no se compromete con nada?

Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/juana-botero/

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