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Un escudo llamado educación

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Las cifras y las estadísticas son lo que son: números fríos. A veces tienen algo de escalofriantes. “El 91% de los jóvenes de Medellín no alcanza a llegar a la universidad”, tituló una de sus notas, la semana pasada, El Colombiano.

La cifra viene del estudio hecho por Medellín cómo vamos sobre educación y se resume así: de cada 100 niños que ingresan a transición, 57 inician el bachillerato. En noveno, ya solo quedan 27, apenas se gradúan 19 y solo 9 ingresan a la educación superior.

Apenas leí el titular recordé un capítulo de un proyecto de cuya suerte desconozco, pero que está en suspenso desde hace tres años. Se llamaba —o se llama, no sé bien— Melodistas. El primer episodio de los pocos que se grabaron se llama ¡Hay cura para la muerte en Colombia! Más fuerte que un antibalas.

El video, una suerte de conversación musicalizada, trae unos datos (viejos, pero no tan desactualizados) que querían dejar en evidencia este asunto: el 93 por ciento de las personas asesinadas en Colombia durante el 2017 —ojo, el 93— eran adultos que no habían terminado el bachillerato. Y cuando digo que no están tan desactualizados los datos es porque el informe de Forensis de 2020 no se aleja mucho de aquello: el 94 por ciento de los hombres asesinados en Colombia están en niveles educativos que no superan la secundaria.

“En el grupo de individuos con nivel de educación de especialización, maestría o equivalente es en el que hay menor cantidad de homicidios representados por 3 casos de hombres y ninguno en las mujeres. Las presentes cifras muestran, entonces, que a mayor nivel educativo hay menor número de homicidios tanto en hombres como en mujeres”, dice el informe.

Todo alrededor de las cifras de educación en Medellín está mal. Lo evidente está anotado en el tablero: no solo se trata de que el 95% de los colegios públicos de Medellín presentan fallas en su infraestructura o que los resultados en las Pruebas Saber revelen un problema serio en la calidad de la enseñanza y en el aprendizaje o que Medellín sea la ciudad principal de Colombia con mayor nivel de repitencia en todos los cursos.

La educación no solo es la manera más efectiva de romper ciclos eternos de ostracismo y favorecer la movilidad social (aunque en Colombia eso es hablar como de una especie de reino mágico), sino que representa una oportunidad única de protección en un país donde aún tenemos una tasa de homicidio de 22,48 por 100.000 habitantes. Ha bajado, sí, pero en 2020 fueron 11.326 las personas asesinadas, suficiente gente para llenar siete veces el Teatro Metropolitano, por si alguien necesita dimensionar la cifra.

Cada niño que abandona los estudios es una persona en un mayor riesgo y solo por eso esta administración, que se jacta tanto de sus logros insignificantes y pasa de largo por sus yerros, debería volcar sus esfuerzos en mantener a los estudiantes en las aulas y llevar a ellas a los que ya han desertado. A Medellín le sobran vallas y le faltan pelados en las aulas. Ojalá los siguientes gobernantes de este valle entre montañas así lo entiendan.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/mario-duque/

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