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Mateo Grisales

Reforma de la educación ¿pa’ cuándo?

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"Claro, ni la clase política ni la económica les preocupa se preocupan por este tema porque sus hijos sacan los mejores puntajes en colegios privados de renombre con apellido school."

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Reforma a la salud, reforma a las pensiones, reforma a la policía, reforma laboral, reformas y más reformas. El debate presidencial está llenándose, por fin, de interesantes posiciones sobre temas fundamentales y urgentes para país, pero ¿pa’ cuándo la reforma a la educación? La educación seguirá siendo la cenicienta del debate político: aislada de toda discusión, sin cobertura por parte de los medios de comunicación y sin dolientes sensatos que presionen, propongan y cabildeen en favor de una reforma educativa con los dientes suficientes para enfrentar los retos que tiene nuestra sociedad en el siglo XXI.

Y es que el debate alrededor de la educación se ha centrado, históricamente, en dos aspectos: el fortalecimiento y acceso a la educación superior pública y las exigencias que hacen los maestros y maestras para mejorar sus condiciones laborales representados por los grandes sindicados y su participación directa en la política electoral. Pero ¿pa’ cuándo un debate serio sobre el modelo pedagógico, los contenidos curriculares, el sistema evaluativo, el ambiente escolar y, sobre todo, la calidad educativa y el cierre de brechas? La educación básica y media en Colombia no tiene verdaderos dolientes. Sus necesidades no son sexy’s para el debate político, el tema no da votos, no genera raiting y sus mayores representantes, los maestros y maestras, están anquilosados en necesidades de burbuja que poco tienen que ver con el aula de clase y que les impide desacomodarse para que las cosas cambien.

Esto no es nuevo y no es de este debate presidencial. La educación sólo se pone de moda cuando las afamadas pruebas PISA publican sus resultados y Colombia aparece con las peores calificaciones. En el día a día, en el debate público, este tema desaparece del panorama y no nos adentramos a una discusión seria sobre cuál es la educación que necesitamos para la sociedad que queremos. La comparación con Finlandia y otros países puede tener grandes conclusiones, pero no olvidemos la más importante: los buenos resultados de los países con éxitos educativos son antecedidos por una conversación nacional en que la educación se convierte en un proyecto de nación. Esto lleva a reformas estructurales, innovaciones pedagógicas y a establecer horizontes cualitativos medibles. Esto no ha pasado en Colombia y parecer que nadie está preocupado porque pase.

Claro, ni la clase política ni la económica se preocupan por este tema porque sus hijos sacan los mejores puntajes en colegios privados de renombre con apellido school. La clase trabajadora, en el mejor de los casos, está poniendo su atención en otros temas que le afectan su inmediatez y los tecnócratas del gobierno está más ocupados en los estándares, la cobertura y los resultados cuantitativos comparativos que por la educación en sí. Nadie se inquieta por lo que pasa en el aula de clase que es, paradójicamente, el escenario en tiempo real donde se produce los resultados de logro educativo que obtenemos año tras año y, también, la sociedad que hoy tenemos.

No me detendré en propuestas para una reforma educativa seria, ese será otro tema para esta columna, basta con mencionar que tenemos una educación básica y media del siglo XX, con brechas educativas inmensas entre el modelo público y el privado y con modelos pedagógicos obsoletos que está haciendo que los estudiantes deserten antes de terminar sus estudios por falta de motivación. Una educación del pasado, una caja de pandora que todos ignoran mientras se dedican a cortar cintas de colegios para aumentar la cobertura o hacer marchas para que no le bajen el sueldo a los maestros.  

Algunos me dirán que la Educación es uno de los temas que más le preocupa a la gente según las encuestas, que elección tras elección se organizan foros sobre el tema con los candidatos y que algunos de ellos enarbolan a la educación como su principal bandera en el escenario político. Yo les digo que es insuficiente. Esto no es un tema menor y requiere de una discusión valiente en la que escudriñemos el aula de clase, actualicemos los contenidos, evaluemos el sistema evaluativo, replanteemos el modelo pedagógico y convirtamos a la educación en un proyecto de nación. Una conversación incómoda, una reforma valiente y una sociedad dispuesta a cambiar su sociedad.

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