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Andrés Preciado

Quintero ya ganó

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"La segunda victoria de Quintero es el dominio de la agenda que lo hace un personaje nacional, por eso hablamos de él, por eso le difundimos su mensaje, en apoyo u oposición, y todo el país lo tiene en el radar."

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Seguramente las personas que lean esta columna pueden estar saturadas por la nube mediática que ha significado la entrevista de Daniel Quintero, alcalde de Medellín, para la revista Semana y las respuestas dadas desde el GEA, organizaciones gremiales y sociales y los actores del mundo político local. Vale la pena analizar políticamente el escenario desde la óptica del interés del alcalde y su posible beneficio en toda la situación.

Daniel Quintero ya ganó: su discurso de división de clases, ruptura institucional, pelea de intereses económicos y políticos ya caló, se difunde y se discute, incluso se recibe como válido por muchos actores en escenarios de discusión locales y nacionales. Su visión de ciudad que rompe con el modelo de gobierno y prospectiva ya tuvo sus resultados: el modelo Medellín ya no existe, no sólo por Quintero porque ya evidenciaba antes de su gobierno un deterioro, pero Quintero sí le otorgó la estocada final. De hecho, no es novedad que aquello de trabajo colaborativo entre Universidad, Empresa y Estado, que antes se pregonaba con orgullo hoy muchas personas lo maticen y en los medios nacionales se cuestione que fuera exitoso, algo que hasta hace poco se descontaba.

Políticamente pasa lo mismo. Aún si pensamos que el proceso de revocatoria en curso se dé y el alcalde pierde la elección y tenga que dejar el cargo, ya tiene suficientes éxitos y perdiendo la Alcaldía termina ganando mucho. Tuvo un primer éxito rotundo y significativo por llegar a ser alcalde, esta es una de las contradicciones de procesos como la revocatoria en donde un alcalde elegido legítimamente termina frente a una posible salida no por error en su elección sino por errores en su ejecutoria de gobierno. Algunos ciudadanos pueden cuestionar, con tino, las razones de fondo de revocar a un mandatario electo pero el costo de dejar que permanezca en el cargo para la ciudad es demasiado alto.

Acá también debe reconocerse la imperiosa necesidad que muchas instituciones y actores políticos, de manera sensata, evalúen su papel en la victoria de Quintero, porque no podemos negar que los hoy inconformes con el gobierno y unificados en la revocatoria son los mismos que antes no pudieron acordar un proyecto político que defendiera el modelo y se distribuyeron en candidaturas insulsas, egos e intereses personalísimos. Y aunque hoy la ciudad parece ser lo que más importa, en el momento clave en la pasada campaña solo interesó y primó el deseo de aparecer en el tarjetón.

La segunda victoria de Quintero es el dominio de la agenda que lo hace un personaje nacional, por eso hablamos de él, por eso le difundimos su mensaje, en apoyo u oposición, y todo el país lo tiene en el radar. Si la revocatoria lo saca se volverá un mártir, como ya hemos visto en el país antes con personajes similares y como él mismo ya está haciendo en sus apariciones públicas, y su mensaje se centrará en que no lo dejaron hacer, lo boicotearon o el establecimiento lo sacó por diferente. Y si la revocatoria no es exitosa quedará recargado su proyecto de implosión del modelo de gobierno y por el piso el discurso de sus opositores, su poder se verá reforzado de manera significativa.

Reconocer las ganancias de Daniel Quintero lleva a pensar en las pérdidas. Pierde Medellín, en todos los escenarios. Pierde porque se acabó el modelo de gobierno, pierde porque tuvo que someterse a los estragos de un gobernante mediocre durante dos años y sí gana tendrá que soportarlo el resto del gobierno, pero incluso con revocatoria la transición no será amistosa ni benéfica para la ciudad. Pierde la calidad de vida de cada ciudadano que se soportaba en una empresa fuerte como EPM que luego de dos años de desgobierno quinterista pasa por incertidumbres en cuanto a la estabilidad de su norte y prestigio, maltrecho desde adentro por un alcalde que se dedicó a morigerarla; y porque en general hay muchos indicadores de ciudad que se han estancado y tomará rato recuperar una senda virtuosa.

¿Qué alternativas tiene Medellín en este panorama aciago? Lamerse las heridas, como ha sabido hacerlo antes, ser resiliente y encontrar caminos para pensar un nuevo modelo de ciudad, uno que apele menos a los “milagros” y más a las grandes metas e hitos para las décadas próximas. Queda pensar no tanto en la revocatoria sino también en la postrevocatoria, en los planes A, B y C si Quintero sigue o sale pues preguntas claves en torno a posibles sucesores tienen hoy respuestas ambiguas o poco esperanzadoras. Nos queda pensar más en la ciudad y menos en este alcalde mezquino que se dedicó a dividirnos, pensar más en la Medellín que viene y dejar de pensar, hablar y sufrir por Daniel Quintero.

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