El populismo es un concepto difícil de precisar, muchos académicos han intentado definirlo en términos sencillos y, hasta la fecha, no existe un acuerdo claro sobre su significado preciso. En su libro “What is Populism?” Müller dice que “simplemente no tenemos nada parecido a una teoría del populismo, es uno de los conceptos más esquivos de la Ciencia Política”. No obstante, los científicos sociales sí han logrado describir el comportamiento y las características de los gobiernos populistas a lo largo de la historia.
Luego, es más sencillo entender el populismo analizando las características comunes presentes en ejemplos de populistas como Trump, Maduro, Bolsonaro, López Obrador, Bukele, Pedro Castillo, Orbán en Hungría o Boris Johnson en el Reino Unido. Medellín no se salvó del embate del populismo a nivel mundial, y hoy tenemos en el alcalde Daniel Quintero un ejemplo perfecto de populista moderno, con libreto copiado y pegado de manual del populismo. Veamos:
La principal característica del populismo es lo que la academia ha llamado “la frontera populista”. Esta frontera es una estrategia discursiva que divide a la sociedad en dos campos homogéneos: “el verdadero pueblo” vs. “las élites corruptas”. La división puede ser horizontal (basada en una escala ideológica liberal-conservadora) o vertical, (basada en una escala socioeconómica de pobres-ricos). Así, el populismo de izquierda identifica al «pueblo» con las clases obreras explotadas; y el de derecha, con la nación étnica.
Desde el primer día de su campaña Quintero se propuso enfrentar a la ciudad dividiéndola en dos bandos: el verdadero pueblo de Medellín, que él denomina la “Medellín del norte”, contra el “GEA”, el enemigo que se inventó y al cual atribuyó todos los problemas de la ciudad.
El populismo se caracteriza por su apelación permanente al “verdadero pueblo” y la auto proclamación de ser su único representante. Todos los populistas afirman que ellos y solo ellos representan la voluntad y la voz del pueblo. Este “pueblo” es un concepto flexible, que el líder puede manipular según sus necesidades, ampliándolo o contrayéndolo para incluir o excluir a un grupo en un momento determinado.
El comportamiento del alcalde ejemplifica bien esta característica: consideró parte de ese “pueblo” a concejales como Daniel Carvalho o Daniel Duque cuando eran sus aliados en la coalición de gobierno, no obstante, cuando empezaron a criticarlo, los convirtió en parte del “GEA”, la élite que dice combatir y en la que mete a todos los que no están de acuerdo con él. Un caso similar es el del uribismo: la principal apuesta política de Quintero fue apelar al odio por este, sin embargo, gobierna con él, y no tilda como representantes de la élite a concejales uribistas que lo apoyan como Albert Corredor, Maria Paulina Aguinaga, Lina García y Nataly Vélez.
Los regímenes populistas se caracterizan por entender el ejercicio del gobierno como una campaña electoral permanente: por la importancia que le dan a su audiencia, buscan estar todo el tiempo en boca de todo el mundo con su comportamiento errático, sus trinos polémicos, etc. Antes que una coincidencia, es una estrategia fríamente calculada. Sobran ejemplos en la cuenta de Twitter del alcalde.
Otra característica del populismo es la constante negación de la evidencia y las soluciones simplistas para problemas complejos (que ellos proponen resolver usando el sentido común). Quintero ha despreciado la evidencia que ha sido presentada en el siniestro de Hidroituango, empecinándose en decir que este se debió a corrupción, aun cuando ni la Contraloría ha hablado de esto, e incluso en contra del concepto de los expertos de las aseguradoras, que dijeron que se trató de una contingencia ambiental que causó un derrumbe y taponó uno de los túneles de desviación.
Los populistas en el poder se caracterizan por tener tendencias autoritarias, reprimiendo las acciones críticas de la sociedad civil y atacando las instituciones democráticas de pesos y contrapesos como la oposición y la prensa crítica. Ejemplos perfectos son el acoso sistemático del alcalde al periódico El Colombiano y a los concejales de oposición, llegando incluso a publicar videos de estos en reuniones cuestionándolos por lo que pudieran estar hablando, entrando en terrenos que ya son de persecución a opositores.
Los gobiernos populistas buscan apoderarse de la administración pública a través de la politización de los cargos, en la que el criterio para nominar no es la aptitud para ocupar el mismo, sino la lealtad hacia el líder. A los populistas no les gusta ser cuestionados o limitados y por eso buscan reemplazar las reglas y sistemas de contrapesos por la voluntad del líder. Hemos visto a Quintero hacer una toma hostil de EPM, violando las normas de gobierno corporativo para imponer sus intereses, removiendo vicepresidencias y nombrando en su lugar a personas leales a él aun cuando difícilmente cumplen con los requisitos; y usando como criterio para nombrar gerentes que estos “le copien”, lo que ha llevado a la empresa a una inestabilidad sin precedentes al tener 4 gerentes en menos de 2 años (con el cuarto a punto de ser destituido).
Finalmente, los populistas suelen ser menos exitosos gobernando que ganando elecciones. Su falta de experticia y experiencia les dificulta implementar políticas incluso en aspectos centrales de sus campañas. La falta de capacidades para gobernar los lleva a recurrir al clientelismo desbordado para cumplir medianamente sus promesas. Abundan en esta alcaldía las denuncias de cuotas burocráticas y contratos para concejales y políticos a cambio de su apoyo a la administración.
La fórmula del populismo siempre es la misma: tomar un problema, sobre simplificarlo hasta los términos más básicos, dividir a la sociedad entre “el pueblo” afectado por ese problema y “las élites” que lo explotan, y venderse como el salvador de ese pueblo que acabará con esas élites. El legado de Quintero para Medellín es nefasto: un enfrentamiento antes inexistente usado como cortina de humo para ocultar transacciones oscuras, seguidores que creen en sus formas y en su discurso y que buscan perpetuarlo; y relaciones rotas con sectores de la sociedad que durante años trabajaron unidos para sacar a la ciudad incluso de su momento más sombrío.
Medellín necesita con urgencia encontrar de nuevo el propósito colectivo que la llevó de ser “el cartel” a ser “la más educada”, necesita volver a la alianza entre la academia, las organizaciones sociales, las empresas y el Estado; Medellín necesita pensarse luego de que se vaya Quintero el populista.