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Disculpa que use este medio para decirte estas cosas, pero es la única forma en la que encontré la valentía para no aplazar más esta conversación pendiente, de mucho tiempo atrás.
Hace dos años, cuando comencé terapia, tuve uno de los momentos más reveladores de mi vida, pues entendí que parte de mi ansiedad constante y mi nivel de exigencia tan alto, queriendo ser el niño 10 en todo, era porque nunca me sentí suficiente para ti. En mi infancia siempre me sentí diferente a los demás, y pensaba que había algo malo en mí, que nunca lograría llenar tus expectativas y por eso siempre tenía que ser el mejor. Me hice mucho daño bajo esa idea.
No te voy a negar que tu ausencia en momentos claves de mi vida fue bastante dura. En el grado del colegio, uno de los momentos donde por fin pude sentir que había sido suficiente, donde iban a estar a mi alrededor todas las luces y felicitaciones por lo que había hecho durante años en el Benjamín Herrera, no estuviste. Como tampoco lo hiciste en los concursos de oratoria que gané, en mis principales logros, en mis momentos más duros y de soledad profunda; allí necesité también tu abrazo, tu consejo, tu guía, tu experiencia.
Salir a enfrentarse al mundo, de la forma como he tenido que hacerlo nunca ha sido fácil, y si bien mi madre, mi abuela, mi hermano, mi tía, mi familia y el amor han estado ahí conmigo hombro a hombro, siempre me quedó por dentro la gran pregunta ¿Por qué tu no? ¿Qué hay de malo en mí? ¿Qué me hace falta?
Debo confesar que por años te guardé mucho rencor. Acumulé una rabia que me impedía poder llamarte incluso en los días de tu cumpleaños, hasta me alejé de la familia porque esa misma sensación de insuficiencia permanente me hacía sentir que no encajaba allí ni en muchos otros lugares. Con los años incluso llegué a comprender que muchas de mis incapacidades y vacíos se dieron en parte por esa ausencia y ese rechazo.
Esa insatisfacción la fui trasladando a otras áreas de mi vida. A mis parejas, a mi trabajo y por supuesto y la más dura, a mí mismo. Y es que cuando siempre sientes que te falta algo por dentro, buscas todas las maneras de adquirirlo, incluso en los lugares más oscuros del alma, la mente y el cuerpo. Te destruye, te incapacita, te bloquea, y al final el vacío no se llena, sigues sin sentir que eres suficiente.
Mi vida así se convirtió en una extraña dicotomía entre el éxito profesional y la debacle personal. De día recibía elogios, aplausos y oportunidades por todo lo que lograba queriendo ser algo para ti y para los demás. De noche, la conversación se tornaba oscura, aparecía el vacío, y solo el amor, la música y la imaginación lograban apaciguarlo.
Hoy, querido padre, no escribo estas líneas para juzgarte o señalarte, solo quiero abrir mi alma y corazón a lo que por años he sentido y tú no has sabido. Porque a pesar de todo esto, cuando nos vemos y puedo reír a tu lado en esos instantes breves de amor, me siento carne de tu carne, alma de tu alma, y veo una profunda bondad, un tremendo ingenio y una incansable capacidad de trabajo y responsabilidad que me hacen sentir parte de ti, que me generan identidad.
A tu generación, querido padre, le fue negada la posibilidad de SER, de sentir, de sanar. Sus propios dolores, aun con nuestros abuelos, les han impedido, por momentos, comprender lo que le pasa a nuestra generación y a las siguientes, que hemos decidido no continuar con esa estela de dolor. Yo no te odio de ninguna forma, solo quiero sanar y, si me lo permites, con amor, paciencia y comprensión, podemos hacerlo juntos, y si no, por lo menos quiero que sepas lo que hay dentro de mí y de esa forma pueda soltar un poco más. Solo el alma liviana puede asumir con fuerza el peso de la vida.
Como en muchos otros momentos de mi existencia, hoy me encuentro en una transición, tal vez una de las más largas y profundas. La idea de fondo es la misma: recortar la distancia entre lo que soy y lo que quiero SER, entre la historia que me he contado sobre mí mismo y las nuevas historias que quiero construir para mis siguientes 70 años. Escribirte estas letras querido padre, en este bello portal, hace parte de una búsqueda más sana de esa fuerza interna que lo llena todo y lo une todo, el amor.
Disculpa mi crudeza, disculpa mi silencio, disculpa mi cobardía. Pero aquí estoy, este soy yo.
Pd. Para los lectores de No Apto y a quienes me conocen, en otros momentos podremos hablar de educación, política, liderazgo, amor, pero necesitaba hacer esto. Primero es nuestra frágil y bella humanidad.
Si tienen algo que decir a alguien, no guarden silencio, no permitan que lo que tienen adentro los destruya o los incapacite. No siempre encontrarán oídos prestos, pero por lo menos el alma quedará más libre.
Otros escritos de este autor: https://noapto.co/wilmar-andres-martinez-valencia/