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El domingo se celebró la resurrección, y el renacer –que es la pascua– me hace pensar en la profundidad, presente en mí y en todos, que permite hacernos preguntas por el origen de lo que nos da vida.
A ti, querido Fede, te agradezco por darme, no la vida, pero sí el anhelo por el sentido, por el abrazo, por el perdón.
Ahora has decidido hacer tu primera comunión y con tu inocencia y amor, que ahonda y sana, ha venido tu decisión de entrega: al abrazo, a la vida, a dios.
A ti, querido Fede, espero tenerte siempre cerca: verte es mi propia entrega, y escucharte es mi resurrección.
Fede, en tu camino elegido te deseo un dios que te mantenga en la trascendencia y un entorno en el que seas instrumento: en el abrazo que hace respirar en el instante y profundamente, en la palabra que cala –adentro y con sentido– y a través de tu forma de ver la vida.
A ti, Fede, te agradezco porque tú has sido la pascua permanente, has sido vida dentro de mi vida.
*Este es un espacio dedicado a Fede, que casualmente tiene síndrome de down, y que al ser mi primo (y mi segundo hermano) ha cambiado mi vida: sentir a dios es, también, la posibilidad diaria de entregarme a él.
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