¡Que gobiernen los viejos!

¡Que gobiernen los viejos!

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“Simplemente es invertir -de cambiar-  la política de los últimos años: ¡los jóvenes, los jóvenes, que lideren los jóvenes! pero los jóvenes administran muy mal y son muy deshonestos. Mi invitación es que prueben con este viejo” Con esta frase Gilberto Tobón, el polémico profesor de ciencia política, se lanza a la Alcaldía de Medellín.

Gilberto no es de mi agrado como político, mucho menos como “analista”. Sus interpretaciones sobre la política regional son desmesuradas, llenas de lugares comunes y cargadas de cálculo para agradar a las mayorías desinformadas. Un populista más que no quisiera ver como alcalde de mi ciudad. Sin embargo, está proponiendo un debate interesante para las próximas elecciones: la juventud no ha sido la mejor virtud para gobernar a Medellín.

Esto lo digo siendo un convencido de la necesidad de que más jóvenes participen y hagan parte de las decisiones más importantes de la sociedad. La juventud, como diría Bolívar Echeverría, tiene el importante papel de renovar las ideas que se enquistan en la cultura. Es la juventud la jalonadora de la transformación en medio de la cómoda estabilidad -e inercia- que las sociedades adquieren con el tiempo.

Sin embargo, este carácter enérgico y reformador no es, quizás, lo que Medellín necesita en su próximo gobernante. La ciudad ha padecido dos gobiernos continuos liderados por jóvenes que sólo ven en el piso doce de la Alpujarra un jugoso trampolín para sus aspiraciones presidenciales. Su proyecto no ha sido el proyecto de ciudad sino su propio proyecto político. Esto explica su afán de figurar, de generar polémica, de preocuparse excesivamente por adornar su imagen pública y de meterse en discusiones nacionales que nada aportan al desarrollo de la ciudad.

En muchas culturas alrededor del mundo valoran a sus mayores como los poseedores del conocimiento acumulado de la comunidad. Es a ellos a quienes se les consulta y se les escucha porque han lidiado con las dificultades, han administrado los momentos de prosperidad y han reflexionado sobre el pasado, el presente y el futuro de su comunidad. También les ha tocado asumir el liderazgo en los momentos de crisis y encauzar a las sociedades en los propósitos comunes que se han construido a través del tiempo.

Por supuesto que la edad no es garantía de un buen gobierno, Gilberto podría ser el contra-ejemplo de eso; pero, si buscáramos y eligiéramos a un alcalde o alcaldesa cuya virtud no sea su juventud sino su experiencia, quizás podríamos esperar de este -o esta- una mayor mesura y tesón para liderar una ciudad arrasada por ambiciosa inconsciencia de quienes nos gobiernan. ¡Que gobiernen los viejos!

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/mateo-grisales/

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