Premio Nobel en Economía: “por haber explicado el crecimiento económico impulsado por la innovación”
Esta semana, el Comité del Premio Nobel otorgó el galardón en Economía a tres investigadores en macroeconomía: Joel Mokyr, Philippe Aghion y Peter Howitt, por su explicación teórica sobre el origen del crecimiento económico.
Los autores demostraron cómo la innovación, acompañada de factores institucionales, competencia en los mercados, apertura económica y equilibrio en los incentivos, puede explicar por qué algunos países logran crecer de forma sostenida mientras otros se rezagan.
Después de la Revolución Industrial, el mundo cambió. La producción en masa y la capacidad de realizar tareas repetitivas mediante máquinas transformaron para siempre a la humanidad. Ese fue solo el inicio del crecimiento sostenido de algunas naciones, y también del rezago de otras, marcadas por la brecha de conocimiento que se abrió entonces.
Hoy, Internet y la inteligencia artificial están generando un efecto similar al que provocó la Revolución Industrial en su época.
El costo nunca ha sido cero. La llamada destrucción creativa —la capacidad de reemplazar tareas a través de la innovación— siempre ha acompañado estos grandes cambios. Es inherente al avance humano y al uso de la creatividad misma.
Los ganadores del Nobel lograron mostrar cómo, cuando una sociedad pasa de 0 a 1 en la escala del conocimiento, las regiones que viven esa transición experimentan mejoras significativas en bienestar. Esto ocurre gracias al efecto derrame de la innovación y a la actualización constante de procesos que permite al ser humano ser aún más productivo que antes.
La economía no es la misma desde la llegada de la IA. Hoy vamos más rápido: el informe que antes tomaba tres días puede hacerse en uno; el código que requería semanas de revisión por un experto ahora puede corregirse en horas.
La innovación ha destruido ciertas tareas, como en su momento la Revolución Industrial desplazó los trabajos manuales, o como los mensajes digitales reemplazaron al telegrama y hasta al teléfono tradicional.
No podemos negar que el mundo es hoy más eficiente, más cómodo y, en muchos sentidos, mejor. Pero este progreso plantea retos sociales profundos: ¿cómo lograr que la innovación no nos cueste el trabajo?, ¿cómo ayudar a quienes más difícil tienen adaptarse?
Sabemos que la innovación trae cambios, y esos cambios implican desplazamientos laborales. Aunque muchos se vuelven más productivos, otros pueden quedar en la brecha. Por eso, el derrame tecnológico no basta: necesitamos reagrupar a quienes quedan atrás, ofrecerles herramientas para volver a insertarse en la cadena productiva y seguir siendo útiles en esta nueva era.
¿Cómo hacerlo?
Bien por el Nobel que demuestra que la innovación impulsa el crecimiento y confirma la importancia de la educación, la inversión, el desarrollo tecnológico y la investigación.
Pero también recuerda algo esencial: la innovación necesita instituciones que protejan a las personas, para que en el camino no pierdan, sino que ganen.
Y si todos ganan, entonces sí, podremos hablar de verdadero progreso.
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