¡Qué buena suerte la de aquellos marcianos!

Hay en Marte un cráter llamado Jezero. Y allí, dicen los investigadores de la Nasa, hace miles de millones de años, hubo un gran lago. Y en ese sitio, el vehículo de exploración Perseverance recogió material que, a 225 millones de kilómetros, los científicos catalogaron como interesantes en la pesquisa de saber si hubo vida en Marte —o en cualquier otro lado diferente a este planeta que nos estamos consumiendo a marchas forzadas—.

Hay que analizar bien las muestras, cuando vuelvan a la Tierra, aunque aún no hay fecha para ese retorno, pues a Trump el presupuesto de la Nasa y sus misiones lo tiene sin cuidado. Pero mientras tanto, el encargado interino de la Nasa, Sean Duffy, dijo a los medios que «Este puede ser el rastro de vida más claro que hemos visto en Marte».

Recordé una frase de Carl Sagan, el divulgador científico famoso por su serie Cosmos. Era algo como así: si estamos solos en el universo, sería un gran desperdicio de espacio. Recordé, también, que hace ya unos años vi, como turista en Cabo Cañaveral, el prototipo del módulo que llevaría a los seres humanos a Marte.

Y luego mi memoria me trajo otro recuerdo. O un par de nombres, mejor: Nathaniel y Bart, los primeros hombres que llegan al Marte que soñó (y creó) Ray Bradbury en Crónicas marcianas. Y recordé, también —la vida y los libros y las películas y las canciones son lo que recordamos de ellas— el triste destino de ese Marte y de esos marcianos, que no es otro que el triste destino de estos humanos que somos nosotros. Tú, que me lees, yo que te escribo y todos los otros de los que sabemos mucho o poco.

Porque a fin de cuentas es de eso que va Crónicas marcianas: de celos, de racismo, de conquista y colonia, de armas, de muertes, de guerra, de autodestrucción… Cosas, pues, a las que nos hemos acostumbrado los hombres, que somos capaces de ver todos los días cómo se comete un genocidio y aún hay quienes defienden a los genocidas.

Recordé también a los prepper o preparacionistas. Esa gente que anda pensando cómo escapar del acabose, que quieren saber dónde no los encontrará la guerra o la sequía o el desastre final. Algunos de ellos miran con esperanza hacia el espacio, como si escapar de la Tierra pudiera evitar que lleven consigo eso que nos ha de distinguir de las máquinas cuando estas se dediquen de lleno a la creación de lo que denominamos arte y que pensamos que es exclusivo de nuestra especie. ¿Que qué es eso? Ya está dicho, la autodestrucción.

¡Qué buena suerte la de aquellos marcianos extintos que se salvaron de toparse cara a cara con los humanos!

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/mario-duque/

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