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Parece haber una única opinión que resuena a través de todo el país sobre el presidente Petro. “Petro no es bobo”, le he oído decir a casi todo con el que he discutido al presidente. Las oraciones que le siguen varían sin pena. “Pero es peligroso”, dicen algunos. “Este es el que nos va a sacar adelante”, me han sonreído otros (aunque casi siempre por chat). En fin, el punto es que parece haber un consenso importante que, signifique lo que signifique la inteligencia, Petro la posee. No actúa al azar. Lo potencialmente peligroso es su ideología. Sus acciones son premeditadas.
Con el escándalo de la reforma a la salud, he empezado a dudar sobre la inteligencia de Petro. No de su existencia, pero sí de su presencia. Su astucia política parece haberse perdido detrás de sus ganas de aprobar un proyecto que iba directo en contra de uno de sus odios enclosetados: la empresa privada. Su capacidad de planear a largo plazo, acumular capital político y crear alianzas que posibilitaban su gobernar, parece haber desaparecido en sus cálculos mentales al continuar una obsesiva insistencia y permisividad alrededor de la ministra Corcho y su reforma. El peligro es este: Petro deja que su inteligencia se nuble cuando se enterca. “Hay que ser terco”, dijo por ahí cuando aprobó el plan de ordenamiento territorial por decreto en su alcaldía.
La obstinación, la terquedad y las ganas son, en mi opinión, rasgos deseables en lideres. Petro, sin duda los tiene. Hay causas que necesitan de una resiliencia infatigable, como lo es ser oposición a un gobierno. La terquedad es un perfecto aliado para la crítica acertada de un gobierno. Pero, para la reforma de un sistema de salud que decidirá la interacción de 50 millones de personas con los complejos aparatos de aseguramiento social y la repartición asimétrica de recursos, no creo que lo sea. Quizás ahí una discusión pluralista, técnica y cuidadosa es una necesidad absoluta. Eso no es lo que hemos visto desde el 13 de febrero. Las conversaciones (y la ausencia de autocrítica de parte del presidente y la ministra) han llevado a tres ministros a salir de sus puestos y a la perdida de apoyo de dos vitales partidos en el congreso que prometían ser de gobierno. Un costo altísimo para este presidente legislador.
Quizá lo más preocupante, es la justificación constante del presidente cuando uno de sus proyectos es rajado en Twitter, o en el congreso, o en las calles: justificar su mandato y sus ideas porque 11 millones de personas votaron por su plan de gobierno. La mayoría. Un pedazo de retórica peligrosa e idealista que ignora la protección a las minorías –una característica fundamental de una democracia liberal–, e irresponsable con la necesidad de análisis no solo ideológico, pero también técnico, cuando se desea firmar un pedazo de legislación tan importante.
Este es el cuento. La formalización de esos entes gigantes, abrasadores de gobierno, nunca es solo un debate técnico. Coger a los 15 mejores economistas del mundo y meterlos en un cuarto a crear un sistema de salud como si fuera una tesis de grado es una solución antidemocrática. La tecnocracia no es lo que los críticos de la reforma buscan. Nuestro sistema de salud tiene fundamentos ideológicos. Evidentes, los llamaría yo. Contiene decisiones basadas en opiniones éticas que la ciencia jamás podrá responder. Pero, la confluencia de todas las opiniones en la construcción de nuestros sistemas sí pueden ser un faro importante para que incluyan eso que algunos soñadores han llamado “el espíritu nacional”.
Eso, en mi opinión, es lo que más le ha faltado a la construcción de este proyecto. Además de los líos técnicos, también ha existido una resistencia sorprendente a la inclusión de otras posiciones éticas. Ha sido un proceso de resistencia al dialogo y a la incorporación de un sistema democrático. Todo, probablemente gracias a la nube que se ha tomado la mente de Petro.
Estos últimos dos meses descalificaron nuestro argumento nacional de la innegable y omnipresente inteligencia del presidente. Lo más preocupante es ¿cuánto va a durar sin volver a aparecer?, ¿Sus sesgos continuarán simplificando la creación de su supuesta potencia mundial de la vida?, ¿Seguirá jurando que convocar a los votantes frustrados a las calles son justificación suficiente para guiar votos en nuestro congreso? Ojalá que no. Espero con ansías, como creo que esperamos todos, el regreso de su compostura política. De su inteligencia.
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