Pudor empresarial

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Del latín pudoris, hace referencia a la vergüenza, pero también al recato, a la honestidad y al honor. Cuando alguien es pudoroso probablemente tiene un alto estándar moral sobre cierto asunto que lo lleva a actuar recatadamente y por ello puede parecer que se avergüenza.

Las empresas de esta época tienen pudor. Pareciera como si se avergonzaran de sus actos cívicos, de las responsabilidades voluntarias que han asumido y que exceden sus negocios, de sus enormes esfuerzos por crear economías y contextos sociales posibles para todos, de sus inversiones ambientales y de su innovación tecnológica para cambiar las formas de producción no sostenibles. Mientras algunos los abuchean públicamente, ellos callan el honor y la honestidad de sus esfuerzos.

Con los nuevos cambios sociales que se avecinan, que dejaron de ser improbables arengas, para convertirse en el camino que todos debemos transitar; he reflexionado sobre el rol de la empresa privada.

Sobre ellos por estos días y desde hace algún tiempo, recae la crítica de algunos sujetos políticos, algunos civiles y otros institucionales. Se les hacen preguntas por su acumulación de riqueza, por su responsabilidad social, por sus impactos ambientales y un prontuario de acusaciones que ya parecen más en un juicio que en el mercado.

Lo primero sería devolver la pregunta a esos jueces sociales y solicitarles una aclaración de lo que significa el sujeto al que se refieren: “El empresario”. Se les nombra como a una especie de gente que supongo tienen unas características en común que desconozco. Uno no alcanza a comprender si se refieren a empresas de cualquier tamaño o a una gente que trabaja en la empresa de otro como empleado, o a unos que tienen propiedades que rentan o a emprendedores que generan millones empleos.

Haré el ejercicio personal y ficticio de suponer que hablan de unos sujetos, en su mayoría hombres, que gerencian unas empresas en su mayoría públicas, es decir, de propiedad colectiva y que emplean a la mayoría de los colombianos. Supongo que se refieren a los que derraman mucha riqueza debido a sus cadenas de valor sofisticadas y que además están dentro de lo que hemos denominado legal, porque de lo contrario sería otra especie la que hablamos.

Creo que hablan de los que también hacen al país atractivo internacionalmente y los que invierten sus recursos en el bienestar de sus trabajadores, deben ser también aquellos que sus propios ingresos los destinan a la mejor educación para sus hijos. Creería que hablamos de los que por gusto y no por ley crearon las fundaciones más importantes del país y los que están creando departamentos gigantescos de innovación para superar las crisis climáticas, alimentarias y sociales.

Tengo otra hipótesis, es probable que no sea a aquellos a los que se dirige la ira de estos jueces superiores de la moral, puede ser que cuando dicen “empresario” estén hablando de los que hace 100 años o más, sin educación ni carreteras y sin ayuda del estado, decidieron emprender contra viento y marea y que insistieron tanto que hoy sus pequeños emprendimientos son tan grandes que no solo han pasado de generación en generación sino que muchos las volvieron de propiedad pública para entregar beneficios a muchos más.

Cuando hablan de “empresarios” con ese despectivo tono, bien sea que se refieran a mi primera hipótesis o a la segunda, o incluso si hay una tercera; creo que también hacen referencia a una gente que con esas empresas pudieron progresar en medio del conflicto y que por ello también en nuestra vergonzosa historia llena de sangre, les mataron a sus familiares, los secuestraron meses e incluso años como si fueran animales de jaula, que los extorsionaron tanto que incluso algunos quebraron, que les amenazaron e intimidaron hasta tal punto que cercaron sus casas y engrosaron los vidrios de sus medios de transporte, perdiendo libertad y viviendo constantemente con temor.

Yo creo que se refieren a ellos, pero no sé. Porque una parte de mí no entiende bien la relación de las preguntas con el sujeto al que se pregunta. Quizá es que se refieran a esos empresarios que no se involucran en asuntos públicos, pero me confundo porque se les pide que se involucren y una vez lo hacen, los satanizan.

Debe ser difícil saber cómo comportarse, me imagino la confusión ante las solicitudes de la sociedad civil enjuiciadora que cada vez les pide más y los tiene acorralados.

No soy ingenua y sé que la crítica a la empresa privada tiene sustento cuando se habla de casos de ciertas compañías que han invertido en la guerra, que han hecho alianzas con los actores armados legales e ilegales, que han maltratado a sus trabajadores con pésimas condiciones laborales. Pero de lo que no me cabe duda, es que cuando se refieren a estos, hablan de la pequeñísima minoría. Me resulta injusto que se empaquete “lo privado” en un saco lleno de granos donde todos son iguales, en vez de hablar de la semilla podrida.

También me resulta un tanto curioso que se les exija a las organizaciones privadas que suplan lo que no hace el Estado y la sociedad civil, que se les invite siempre al heroísmo y a solucionar todo aquello que no hemos podido pactar como sociedad.

Pero todavía más sorprendente, es que un alto número de empresas han aceptado el reto de buscar solucionar más allá de su negocio, que han invertido millonarias sumas de dinero en talento y programas para crear condiciones dignas y humanas para cientos de comunidades que tal vez ni conocen y que; sorprendentemente no lo cuentan.

Tienen pudor. Callan sobre sus titánicos esfuerzos. Jamás mencionan que una parte importante del tiempo de los gerentes de están compañías lo destinan en buscar alianzas para el progreso, que son quienes también contribuyen a materializar las causas más importantes de los civiles, que llegan a cada esquina del país con sus productos, más lejos de lo que jamás haya llegado nadie.

Es hora de hablar, que la mano derecha sí conozca lo que hace la mano izquierda, porque de tanto callar algunos han llenado los silencios con cuentos de fantasía que tanto nos gusta escuchar, encontrando villanos donde no los hay. 

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