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Mucho se ha escrito sobre la importancia de la personalidad, de la forma de ser, de los líderes. Es obvio que su comportamiento es determinante para lo que ocurre en un proyecto, en una empresa o en un país. La manera en la que se entienden los problemas, se toman las decisiones, se construyen las soluciones, se delegan las responsabilidades, se hace seguimiento a los avances, se comunica y se autoevalúa una gestión, depende enormemente de la personalidad y no del partido político. El método y el rigor no tienen nada que ver con la ideología.

Muchos de estos rasgos ya eran conocidos en el presidente Petro y por eso a algunos nos preocupaba. Desafortunadamente no nos hemos equivocado. La improvisación y la beligerancia son el pan de cada día, poco se argumenta sin insultos, no se conoce de planeación a mediano y largo plazo y además el presidente, que le va cogiendo la medida a las reacciones de la opinión pública, parece estar calculando cuando necesita un trino o una declaración, para cubrir un escándalo y cambiarlo por otro.

Pero resulta que ese juego peligroso se salió rápidamente de control. Haber armado un equipo de campaña con la única condición de estar dispuestos a hacer lo que sea para ganar se ha traducido en una guerra interna. La mirada compartida se ha ido diluyendo en peleas burocráticas, celos, intrigas, chantajes y filtraciones. El gobierno está contra las cuerdas, en su peor momento, y a mí me preocupa como pueda reaccionar un equipo fraccionado liderado por alguien con los comportamientos que hemos visto de Petro, al fin y al cabo, como diría su exembajador en Venezuela, “al tigre hay que dejarle una salida”.

La situación es crítica. No hemos terminado los capítulos de la novela entre Laura y Armando, los proyectos están enredados en el congreso, la política que el candidato Petro llamó paz total se derrumba entre las balas, la cultura está al garete y da la sensación de que el único respiro viene por algunos resultados económicos que el presidente intenta atribuirse. El tono va subiendo, la mezquindad y la hipocresía de un sector de la oposición se convierten en gasolina, las trincheras se van llenando de furia y cada vez se hará más difícil encontrar a alguien que se atreva a dar un mensaje sensato que nos permita evitar que lo total no sea la paz sino el caos.

No solo está a prueba el gobierno, también la oposición, las instituciones, la democracia.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/esteban-mesa/

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