«Privilegio» masculino

«Privilegio» masculino

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Hace un mes se viralizó un video en el que su autor explica que el privilegio masculino no existe. Contó que en el 2022 visitó 15 obras de construcción y habló con 800 obreros. Según él, pudo ver cómo la mayor cantidad de los trabajadores eran hombres, quienes debían trabajar “al sol y al agua” y en condiciones muy duras. Dijo que el error de quienes resaltamos el privilegio masculino es el de creer que los hombres adinerados son una representación de todos los hombres, que ignoramos que los trabajos más desagradables en la sociedad están dominados por hombres. Y además de eso, manifestó que las personas que pedimos igualdad solo la estamos pidiendo en situaciones donde hay “plata, poder, diversión e influencia.”

Como claramente ha habido confusión sobre este tema, voy a explicar lo que es el privilegio masculino, porque sí existe y lo podemos ver en todas las sociedades, en todos los países, en todos los estratos socioeconómicos y en todas las culturas.

Privilegio masculino es que cuando caminan por cualquier calle piensan que lo peor que les puede pasar es que los atraquen. Privilegio masculino es que sientan la certeza de que su voz será escuchada o que, por lo menos, su género no va a ser una barrera para que les presten atención. Privilegio masculino es saber que la sociedad espera que no sean partícipes activos en la crianza de sus hijos.

No voy a hacer suposiciones de los hombres con los que el autor del video habló, ni de sus familias, pero sí puedo decir que el privilegio masculino lo sentí y lo viví cuando caminé por las calles de Medellín. Si caminaba sola, los comentarios de hipersexualización abundaban, pero si caminaba con un hombre, de la mano de un hombre, eran inexistentes. Privilegio masculino es que en cualquier trabajo al que quieras aspirar ya hay referentes que son hombres, y que están encabezando su área.

Privilegio masculino es que cuando su papá llega a la casa, su mamá no los mire esperando que le sirvan algo para tomar al “hombre de la casa”. Privilegio masculino también es tener un trabajo, aunque sea en condiciones de precariedad. Por favor, no confundamos derechos laborales con la igualdad de género de la que tanto he escrito. Privilegio masculino es sentirse con el suficiente poder sobre las mujeres para atreverse a silbarles, o hacer comentarios sexuales a mujeres desconocidas. En mi caso, privilegio masculino también es cuando no se atribuyen tus éxitos a la forma en cómo te ves- o cómo no te ves. También es que nunca haya sido un problema cuando expresas tus opiniones. A mí, por ejemplo, me han dicho que soy conflictiva.  

Hace unos días también escuché la entrevista de María Jimena Duzán con Víctor de Currea. El gobierno de Gustavo Petro, que proclama ser el gobierno defensor de los derechos humanos, un gobierno compuesto por activistas y los “otros”, nombró a de Currea como embajador en los Emiratos Árabes Unidos. Esto causó polémica cuando fue acusado de violencia sexual mientras era profesor universitario, y salieron a la luz varios testimonios de su comportamiento.

En la entrevista, de Currea dijo que era “coqueto,” pero que era imposible que él como profesor universitario estuviera en una posición de poder, porque no era político, no era rector, no ejercía ninguna posición más allá de ser profesor universitario. Negó las acusaciones en su contra.

Claramente la única cara de privilegio que entienden estos hombres es el de privilegio económico. No los culpo, porque en una sociedad que gira en torno al beneficio económico es difícil confundirse. Pero les pido que vayan más allá. Sepan que solo ser un hombre mayor, o un hombre en una posición de privilegio, sea esta la anonimidad de un obrero al silbar o el profesor que califica los exámenes, es privilegio. Porque a las mujeres se nos educa para ser complacientes, para no hacer mucho revuelo cuando nos sentimos irrespetadas. Entonces, basta con entender las relaciones de género y las construcciones sociales de Colombia para entender que sí, claro que sí tienen un privilegio.

Hay muchísimos tipos de privilegio; económico (su favorito), social, racial, de etnicidad, de sexualidad, de género. Por esto, claro que hay hombres más privilegiados que otros. Los hombres negros, los hombres indígenas, los hombres homosexuales, y los hombres transgénero sufren de diferentes violencias y cuentan con menos privilegios que los hombres blancos, heterosexuales y cisgénero. Esta no es una columna para criticar a los hombres por tener privilegio, sino más bien para criticar a aquellos que no lo reconocen.

Entiendo que no se sientan cómodos en una situación de poder. Entiendo que no se sientan cómodos con la idea de ser privilegiados. Pero, en vez de negarlo, de seguir mezclando peras con manzanas hablando de privilegio laboral como si desmintiera la desigualdad de género palpable que existe, les propongo usar su privilegio para el bien.

Yo misma he tenido que reconciliar muchísimos de mis privilegios. Yo sé que no soy la voz de las mujeres, porque lo que viven las mujeres diferentes a mí es terreno desconocido. Pero sí puedo escucharles. Puedo aprender lo que más pueda de aquellas personas que su voz no figura en las discusiones públicas, y cuando llegue mi momento en el atril, puedo como mínimo utilizar el privilegio de que mi voz esté siendo escuchada para representarles. O, mejor, puedo montarme al atril agarrada de la mano con esas voces que no se escuchan y que tienen historias diferentes para contar que el mismo monólogo de siempre.

Esta es mi invitación. Quítense la venda de los ojos, porque, aunque estén seguros en su comodidad, créanme que es mejor estar incómodo pero aprendiendo. Incómodo, pero creciendo. Incómodo, pero escuchando. Incómodo, pero en contacto con la realidad de un país que dicen amar. Al autor del video le digo: ojalá hubieras hablado también con las mujeres que se emplean en el trabajo doméstico, o con las esposas y las hijas de los obreros. O con cualquier mujer, realmente, porque desempeñan una infinidad de trabajos invisibles y no-remunerados en el día a día. Qué bueno que hubieras ido más allá de una misma narrativa, la misma de siempre. Pero todavía estás a tiempo.

Y a de Currea: ese discurso de la mujer histérica se me quedó chiquito. Ese discurso del hombre galán y coqueto también me quedó chiquito.

Pero claro, sigamos poniéndole comillas al “privilegio” masculino porque es mejor vivir en la ignorancia que asumir la responsabilidad que conlleva el privilegio. Así es más fácil.

Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/salome-beyer/

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