Escuchar artículo

Existe un grupo de personas, los preppers, o preparacionistas, que dedica buena parte de su tiempo y sus recursos a prepararse para sobrevivir a catástrofes. Tienen mochilas de emergencia, reservas de agua y comida, saben hacer fuego, algunos incluso construyen búnkeres en lugares aislados con la esperanza de tener un refugio cuando llegue el fin del mundo. Un artículo de la BBC asegura que en el mundo alrededor de 20 millones de personas se consideran preparacionistas.

El interés de los preparacionistas es desarrollar habilidades que les permitan enfrentarse mejor a escenarios desastrosos en los que su vida corre peligro. Esta forma de estar en el mundo responde a una visión pesimista sobre el futuro y al interés de permanecer en pie luego de la debacle de la civilización. Hay varios niveles de preppers: los que están explorando el espacio para establecer colonias terrícolas en otros planetas, como Elon Musk y su SpaceX; los que construyen islas privadas que funcionan como búnkeres, como Indian Creek en la Florida; y los que pasan horas viendo videos en YouTube y comprando artículos por internet para estar “preparados”. Todos los preppers tienen en común la naturaleza individualista de sus empresas de supervivencia. Están preparándose para una competencia en la que unos pocos pueden ganar y en la que están dispuestos a todo para hacerlo: muchos de los kits de los preppers contemplan armas para cacería y autodefensa. 

La movida preparacionista es una mezcla de épica y videojuegos y una manifestación de lo trocados que están los valores sociales para responder al inminente colapso planetario. Según el Centro de Resiliencia de la Universidad de Estocolmo en 2023 cruzamos seis de los nueve límites planetarios, es decir, seis de los nueve procesos que regulan la estabilidad y resiliencia de la Tierra como sistema superaron la barrera de “seguridad operativa” y están en una zona de riesgo en la que pueden generarse cambios ambientales irreversibles a gran escala. Nuestra forma de vida actual está amenazada y es urgente que hagamos cambios colectivos para adaptarnos a las nuevas condiciones de vida en la Tierra. En otras palabras los preppers tienen razón: el mundo está cambiando y debemos estar preparados para lo que viene. 

En un futuro cercano el agua va a escasear durante todo el año, los alimentos van a ser mucho más costosos y las medicinas no estarán al alcance de todas las personas. Probablemente no podremos movernos con tanta facilidad entre ciudades y continentes y la manera en que nos relacionemos con nuestro entorno sea otra. Pero la respuesta no puede ser tener “mochilas de supervivencia”, con armas y municiones, y convertir nuestras casas en búnkeres llenos de comida enlatada y agua en botellas. La mejor forma de prepararse es asumiendo que debemos vivir con sobriedad y que para esto debemos hacer cambios incrementales en nuestro estilo de vida para disminuir el consumo y limitarlo a lo necesario. Es urgente encontrar formas para que nuestra dependencia en los actores del mercado globalizado sea menor. Pero, lo más importante, es organizarnos colectivamente y recobrar la dimensión política del cambio climático para exigir cambios profundos en la relación entre el mercado y la naturaleza. 

El fin del mundo no será espectacular. Ya lo dijo T.S Eliot: no acabará con una explosión sino con un quejido. Más que a un videojuego o una película de acción, se va a parecer a un libro de letras pequeñas y márgenes estrechos que nos costará terminar de leer porque a la vez lo estaremos escribiendo.

Otros escritos de este autora: https://noapto.co/valeria-mira/

5/5 - (6 votos)

Compartir

Te podría interesar