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Abrir el computador, poner el modo incógnito, teclear una página, buscar alguna categoría y consumir hasta que ya no sea necesario. Seguir con nuestra vida. Ver pornografía es sencillo, anónimo en su gran parte, una forma de encontrar satisfacción inmediata a la que cualquier persona que tenga conexión a internet puede acceder.
Vemos como inofensiva esa fracción de morbo esporádico, no le vemos mayor problema a ver una, dos, tres, cuatro personas o más involucrándose en actos sexuales consentidos pero, ¿cómo estamos tan seguros de conocer las condiciones en las que sucede todo? ¿Lo seguiríamos consumiendo si supiéramos que la mujer o el hombre petite que tenemos al frente realmente es un menor de edad? Puede que, sin saberlo, estemos siendo testigos de cientos de violaciones, de grandes cadenas de tráfico sexual, y si bien nosotros no somos directamente los autores de los hechos, nos estamos convirtiendo en cómplices y testigos de miles de abusos cometidos contra niños y niñas alrededor del mundo.
PornHub es el mayor repositorio de pornografía infantil del Norte América, el único al que le es posible pautarse en pantallas gigantes en NY y trabajar con figuras públicas mientras se sigue lucrando de videos que miles de víctimas intentan denunciar a diario. Usuarios sin verificar pueden subir videos a las plataformas con tan solo poner su correo electrónico, ¿vemos la magnitud del problema?
La plataforma se ha defendido alegando que quienes hacen el contenido son los estudios o los usuarios directamente, por lo que solo sirven como un repositorio de piezas audiovisuales ajenas. No obstante, sigue siendo posible categorizar su contenido en secciones como “mujeres y hombres adolescentes” donde, en la mayoría de sus videos, se logran ver cuerpos en etapa de desarrollo, la “simulación” de chicas con aparato, coletas, pechos planos, sin maquillaje, caras extremadamente jóvenes y escenas donde hacen la tarea y juegan con peluches. Si bien es complicado moralizar el deseo e, incluso, contrario al mismo, no debemos ser ajenos al daño que como consumidores podemos estar permitiendo, facilitando y promoviendo.
La plataforma en la que buscamos satisfacción instantánea nos ha convertido en un cómplice más. Seamos consumidores conscientes incluso en temas como la pornografía. Cerremos la ventana y, si buscamos ayudar, informémonos en https://traffickinghub.com/.
Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/mariana-mora/