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Me es imposible desconectarme de la situación en Medio Oriente; mi feed está lleno de noticias e imágenes espantosas. Decidí seguir a personas y canales que «nivelen» el debate y que me sirvan para contrastar la información. Lo grave es que no siempre las partes dicen la verdad; en realidad, no hay un interés o necesidad genuina sobre la neutralidad. Cada titular y cada imagen viene llena de una inmensa carga ideológica, religiosa y, sobre todo, política.
Para evitar mi sesgo de confirmación, comparto las noticias en otro chat en el que no piensan como yo, y en el que me responden con datos, argumentos y noticias diferentes. Me acuesto confundido y sin poder entender. Tal vez eso sea la guerra: la sinrazón.
Reconozco claramente las atrocidades, la brutalidad y sevicia en muchos de los hechos; las dos partes, sin nombres, han cometido crímenes atroces, crímenes de guerra que los igualan y los hacen parecer en las formas. No parecerse al enemigo hubiera sido la mejor de las venganzas, nos recuerda Marco Aurelio.
Me duele saber que de las guerras mundiales no hemos aprendido nada y que, posiblemente, no ahora, sino en cualquier momento, una tercera guerra mundial es posible. Duele que el sufrimiento ahora es en vivo, en tiempo real, y podemos darnos cuenta en directo de la crueldad y la maldad del ser humano. Esta espiral de caos puede crecer y salirse de control. ¿Cómo contribuir a que esto no suceda?, ¿cómo debemos reaccionar?, ¿qué debemos decir, compartir y opinar? Son las preguntas que deberíamos hacernos para que la espiral decrezca.
No se trata de neutralidad, sino de humanidad. De empatizar con el dolor del otro, de los otros diferentes a mí. De los que sufren sin culpa, como los miles de niños que han muerto. Ningún niño merece morir, ninguno. No hay argumento, credo o política que justifique esta barbaridad. Con la muerte de ellos, entiendo la sed de venganza y el odio que se despierta. Ver niños sufrir puede ser el trauma más grande con el que podamos lidiar. Por lo mismo, protegerlos y salvarlos debe ser la prioridad.
Tengo claras las libertades con las que quiero vivir, los derechos que quiero defender y el sistema político que permite las dos anteriores. Sé que el terrorismo es su principal amenaza y, a la vez, su principal excusa para matar. ¿Cómo salir de esta trampa? Ahora mismo, mi mamá camina en alguna ciudad del Medio Oriente y la guerra se me hace más cercana. La democracia está llena de imperfecciones, pero su principal beneficio es el de la duda. Por eso, al transitar la pregunta sobre qué bando escoger, la única respuesta que encuentro legítima es aquella que prioriza y respeta la vida de los civiles sin distinción, se adhiere al derecho internacional humanitario y prioriza la palabra para solucionar sus conflictos. No tener que escoger bando, más que de los indefensos, fortalece la democracia.
No hay mucho por hacer, por decir o por creer. Por eso, a veces orar, no en el sentido de pedirle a una deidad, sino en el sentido de decir una oración a favor del fin de la guerra, es lo único que me queda y me da esperanza.
Otros escritos de este autor: https://noapto.co/juanes-restrepo-castro/