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“Vas a espantar a los hombres con tantos amigos gais”. Alguien atrevido, mejor ignorante -diría yo- , me dijo hace unos años.

Supongo que muchos lo pensaban y solo esa persona se atrevió a decírmelo. Lejos de advertirlo como un problema, asumí de la mejor manera la sentencia que me hizo. Le respondí que me gustaba el filtro, porque si estar cerca de las personas que más amo y que hacen de mi vida un lugar seguro y feliz espanta a algunos, me parece fantástico, ya que no me interesa rodearme de personas, ni asistir a lugares en los que no quepa toda la diversidad del mundo ni mis amigos ni el amor.

Todavía quedan personas que piensan chiquito y seres humanos con cabezas estrechas en las que no cabe el mundo entero,  y que buscan etiquetas para poder entender con su cabeza (la estrecha) lo que su corazón no se permite comprender. Todavía hay personas que encuentran amenazas donde solo hay amor.

Ante el empequeñecimiento de ciertas mentes se imponen movimientos grandes y llenos de fuerza. El movimiento LGTBIQ+ acaba de demostrar, una vez más en la Semana del Orgullo, su potencia, su tamaño y su alegría.

Y es que la diversidad no es un adjetivo ni un mantra para repetir, sino un verbo, uno que pocas veces se hace carne de manera tan contundente como bajo la bandera arcoíris que se ondea de manera transgresora y amorosa al lado de las de las grandes naciones durante estos días que acaban de pasar.

Aunque no haga parte del colectivo LGTBIQ+, soy una mujer feminista aliada de esta causa porque entiendo lo que significa marchar por derechos que no tenemos y tener que explicar y justificar la existencia todo el tiempo; porque comprendo el miedo a la calle y a las miradas que desnudan; porque entiendo cómo se siente que usen tu identidad como insulto o como burla; porque sobre los mismos he escuchado: “habla como una mujer o parece un maricón”, como si nuestras identidades fueran insultos.

Por eso marcho con ellos, ellas y elles, porque entiendo su exigencia por un espacio seguro y digno para existir. Ondeo su bandera y grito de alegría cada vez que una lucha suya es conquistada: cuando se pudieron casar, cuando pudieron elegir su pronombre en la identificación, cuando los baños de los lugares públicos los reciben en toda su expresión, cuando en las cárceles se entiende la transexualidad, cuando sus familias los abrazan en la diversidad, cuando niños que necesitan familias encuentran en las parejas homosexuales un hogar para ser cuidado. Y también lloro con ell@s cuando hay acoso y asesinatos por causa de sus orientaciones sexuales y de identidad, me indigno con la incomprensión y la violencia, con las posturas políticas que siguen enquistadas en tradiciones religiosas enceguecidas.

Y aunque todas estas razones me hacen salir cada año a marchar desde donde esté, debo decir que no es la única. La gran razón es que cuando hay bandera LGTBIQ+, hay un espacio seguro. Hay un lugar donde cabe no solo la diversidad sexual, sino también la ideológica, la de raza, la de género y la de religión, lo que es más que suficiente para ponerme los tenis y salir a la calle, porque en ellos me siento recogida, me siento amada, me siento aceptada tal como soy, sin juicios, me siento humana.  

Marcho también por mi mejor amigo que es mujer y se identifica como hombre, por mis grandes confidentes y hermanos de vida que son homosexuales, por mis amigas lesbianas que me han abierto su casa y su corazón, por los trans que me han enseñado sobre el coraje en la vida, por mis amigues no binarios que rompieron todos los moldes de mi cabeza, por mis amigas bisexuales e intersexuales.

Marcho para darles las gracias porque junto a ellos he podido ser yo en mi más amplia expresión. Marcho para decirles en todos los tonos que yo no quiero que sean valientes, sino felices. Marcho porque han hecho grande mi cabeza, porque amplían cada limite que he tenido, porque me confrontan con amor, porque me enseñan, porque me muestran el lado alegre de la vida, porque me han enseñado sobre el derecho al placer, porque a su lado aprendí a hablar sin tapujos, sin tabúes. Marcho con ell@s porque me inspiran a seguir buscando, porque es con ell@s con quien he entendido que no hay que conformarse con lo que hay y que siempre nos podemos inventar un mundo nuevo.

Marcho porque si no hay un lugar para la diversidad sexual, tampoco hay un lugar para mí, ni para usted que lee esta columna y no hace parte de la comunidad LQTBIQ+. La libertad y la diversidad son verbos, y hasta que no esté puesto en acción en su completa dimensión seguiremos siendo prisioneros de nosotros mismos.   Esta lucha también me atraviesa, porque quiero vivir en un país en donde esas frases que me dijeron alguna vez no existan más. Porque, entonces, qué tipo de hombres son esos que se espantan con una mujer que esté rodeada de personas homosexuales.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/juana-botero/

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