Escuchar artículo
|
Hay muchas formas de entender los temas públicos. Es fácil ver la política simplemente como ese mundo oscuro y tramposo de la búsqueda de poder a cualquier precio. Es fácil porque infortunadamente eso ha sido cierto casi siempre. El poder absoluto ha estado relacionado con la capacidad de hacer la ley, de lucrarse y de tomar decisiones sobre la vida de las personas.
El establecimiento político es un sistema que lleva años construyéndose y evolucionando. Siempre ha habido violencia y corrupción asociada con las disputas de poder, con los trucos para intentar controlarlo todo. En los últimos siglos la sociedad avanzó de los estados absolutistas a estados de derecho donde se supone que todos estamos sometidos a la ley y, más recientemente, se ha entendido que la legitimidad de las instituciones está asociada con la garantía de los derechos humanos, los derechos de todos.
Es bueno de vez en cuando recordar algunos conceptos que se describen en las diferentes teorías sobre el deber ser de las cosas. Muchas guerras se han librado para llegar a las constituciones que hoy tenemos. Infortunadamente en medio de los ríos interminables de corruptos y codiciosos que normalmente controlan los estados solemos perder de vista el “para qué” de las instituciones.
Es ahí donde está la diferencia. No todos los que buscan administrar lo público lo hacen con el fin único del lucro y de poder. Existen cientos, miles, de ejemplos de personas que auténticamente quieren hacer las cosas bien, resolver algunos de los muchos problemas que tiene la gente. Las personas sufren, la vida golpea, y muchas veces existe el conocimiento y los recursos para evitar algunas de estas situaciones.
Administrar es priorizar, organizar cronogramas, construir indicadores, desarrollar estrategias, programas, contratos, recursos. En un país como Colombia es fácil prometer resolverlo todo, pero volver realidad esas palabras requiere unos procedimientos técnicos, económicos y jurídicos que se deben cumplir para que los resultados sean los esperados, los necesarios, los que cambian vidas o mitigan el dolor. Lo demás es populismo.
Normalmente este tipo de personas que honestamente quieren lograr estos objetivos hacen más sacrificios de los que la gente piensa. Sin los millones de la corrupción, los salarios en el sector público suelen ser menores que en el privado mientras que las campañas son costosas y normalmente dejan grandes deudas. Pasado un gobierno, la mayoría de los servidores públicos (excepto los de carrera) enfrentan una gran incertidumbre laboral mientras la vida avanza con sus obligaciones y sus deudas, no tienen la estabilidad de quien hace su carrera profesional en una empresa o en la academia.
Por encasillar a los políticos con la simpleza ya descrita, pasan desapercibidos hombres y mujeres que bajo condiciones complejas intentan hacer el mundo un poco mejor. Sea esta la oportunidad para agradecer y valorar esos esfuerzos, sin ese contrapeso a la codicia y la corrupción, el país no habría avanzado nada en años. Es la valentía de los bienintencionados la que nos ha permitido obtener victorias en nombre de la justicia y la libertad, en contra de saqueadores autoritarios. Será la fuerza de personas preparadas y dispuestas a ese nivel de sacrificio la que nos permita dar una vez más la pelea por lo que es de todos, empezando por Medellín en el 2023.
¡Gracias y adelante!