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Por décadas la izquierda sembró narrativas que desmeritaban los logros en seguridad del siglo XXI en Colombia, sin embargo, crió unos cuervos que ahora les sacan los ojos, pues el fracaso en la materia del gobierno de Petro es cada vez más evidente y ya ven que las soluciones no son tan sencillas. Y no crean que me alegra ¡Ni que no viviera en el mismo país en que están disparados los secuestros!
Cuando hacían campaña, Petro y compañía afirmaban que Duque había sido el peor presidente de la historia. ¿Con qué calificación histórica queda entonces el gobierno actual? Pues la desmejoría de las cifras, en que se comparan con el último año de Duque, es notable. Según Indepaz, las masacres aumentaron 3 %; y según la Defensoría del Pueblo los secuestros se incrementaron 101 %. Además, el propio Ministerio de Defensa reconoce que la erradicación manual de cultivos ilícitos ha caído 70 %, y la incautación disminuyó 10 %.
Eso sumado a las torpezas cometidas en nombre de la “Paz Total”, que hacen que la Fuerza Pública sea la única que respeta los ceses bilaterales con las organizaciones criminales. Lo del papá del futbolista Luis Díaz no es gratuito, desde que se firmó el cese bilateral con el ELN, esa guerrilla ha secuestrado a más de 30 personas ¡Una vergüenza! Estamos repitiendo nuevamente los errores del Caguán, que nos dejaron ad portas de ser un Estado fallido.
Nos vendieron que preocuparse por la seguridad era fascista, o “guerrerista” cuando estaban más condescendientes. Que los logros de los últimos 20 años no eran tal, a lo sumo decían que sí había vuelto la seguridad a muchas regiones, pero que era dizque para que los ricos volvieran a sus fincas. Un buen relato, hay que admitirlo, pues les funcionó para ganar elecciones, pero que ahora se desmorona ante el golpe de realidad que implica gobernar.
Lo cierto es que sin seguridad no hay nada. Nadie vive ni tranquilo ni feliz con la inseguridad, así sea uno de los 4000 ciudadanos más ricos del país o alguien con la calificación más baja del SISBEN. Sin seguridad no van a llegar los millones de turistas que cacareaba Petro, tampoco seremos atractivos para la inversión y nuestra economía inevitablemente se estancará. El miedo que le teníamos a Petro no era injustificado, y cada día nos da más la razón. Su incapacidad no es motivo de alegría, sino más bien una angustia por Colombia que se siente siempre en el pecho. Tenemos que recuperar al país y sobre todo, acabar con las nefastas narrativas que, sobre seguridad, nos vendió la izquierda.
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