Petro acabó con la pobreza de su círculo

Petro acabó con la pobreza de su círculo

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Dos hechos, aparentemente inconexos, en realidad guardan relación y, además, dejan al desnudo bastantes incoherencias de la izquierda. El cierre de la fritanga de Doña Segunda en Bogotá y el “mágico” enriquecimiento de Andrés Sarabia, el hermano de Laura Sarabia, la mano derecha del presidente, tienen todo que ver, pues se conectan con la forma de pensar de la izquierda.

Por un lado, el gobierno entregó la noticia del cierre del negocio de Doña Segunda como un gran logro, y seguro para ellos lo fue, que la DIAN exprima más a los comerciantes es visto por la izquierda como un acto digno de Robin Hood. Para ellos, mientras menos margen haya para las empresas y más recaude el Estado, todo estará perfecto. Así luego ese mismo gobierno derroche a dos manos y no le quepa un escándalo más de corrupción.

Además, deja en evidencia lo que espera la izquierda de “el pueblo”. No uno que trabaje, que progrese, que se enriquezca, sino uno vulnerable que viva a merced de un subsidio, y no porque crean que ese subsidio es necesario para poder corregir una supuesta falla para luego desarrollarse, sino para quedarse así, eternamente súbdito del gobernante que se lo otorga, esclavo de una migaja.

Lo más curioso es que a esa misma izquierda le molesta que la gente consiga plata con un negocio,  vive absolutamente conforme con el enriquecimiento masivo e “inexplicable” de sus líderes políticos. Y por supuesto, no es que solo los políticos de izquierda usen el Estado como medio para taparse de plata, pero esa fe devota en que el Estado lo hace todo mejor y, por ende, que debe inmiscuirse en todos los aspectos de la vida, es bastante más común entre los zurdos. Aman darle el queso al ratón.

Son dos cosas, por un lado que al mamerto le parece una tragedia planetaria llevar una vida de lujos y ostentaciones pagadas con las ganancias que una persona genera, pero está completamente satisfecho con ese mismo estilo de vida de sus dirigentes, pero pagado con los impuestos que nos exprimen a los demás. Y por otro lado, que tienen ejemplos de corrupción del Estado en sus narices, pero aún así nos insisten que son los gobiernos los mejores administradores de los recursos, básicamente un síndrome de Estocolmo. Tenemos un gobierno duro con los empresarios al tiempo que es blandengue y garantista con los criminales, que odia la riqueza mientras multiplica inexplicablemente la abundancia de su círculo cercano. La única promesa de cambio que han cumplido ha sido la de acabar la pobreza, nunca especificaron que era la de ellos mismos.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/jose-valencia/

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