Bajaron el video de Youtube, por lo menos del canal oficial porque aún haciendo una búsqueda rápida se puede encontrar. Lo bajaron haciéndonos creer que después de tantas reacciones negativas, principalmente en redes sociales, habían caído en cuenta del error cometido promocionando un video altamente machista, misógino y racista. Pero su objetivo estaba cumplido, muchos clicks, muchas vistas, muchos comentarios, mucha prensa…mucho dinero.
La discusión sobre el machismo, la misoginia y la violencia contra la mujer ha estado siempre presente en el movimiento alrededor del reggaetón, y aunque como feminista considero que el género ha hecho un aporte importante en el reconocimiento púbico del deseo sexual de la mujer, tema normalmente tabú, este ha propiciado, a través de muchas de sus letras y videos, mensajes que abiertamente nos cosifican, propios de una cultura donde nuestra función es satisfacer el deseo sexual del macho que actúa como poseedor.
De Perra se han dicho muchas cosas. La letra es grotesca ante la mirada moralista, pero sin duda es una declaración de deseo entre iguales.
El video es otra cosa. Mujeres afrodescendientes encadenadas y comiendo con los perros y junto a todo esto un J Balvin, rubio, prolijo, claramente diferente del paisaje. Un macho superior.
Por allá en el 2016, J Balvin le decía al periódico El Mundo de España que él le aportaba al movimiento el hecho de no hablar mal de la mujer, ni denigrarla, ni sacar algo que fuera en contra de ella. Pero después se acordó que las letras y videos románticos no dan tanto de que hablar como los violentos y que el dinero finalmente se consigue con clicks y con prensa, y esta, mientras más polémica mejor.
Pero si a usted ese video le molestó tanto como a mí, piense por cuántas autorizaciones tuvo que pasar el mismo, cuanta gente escuchó la idea antes de materializarla, por cuantos expertos en marketing, directores de arte, productores y artistas pasó la decisión de sacarlo al aire… ¿y nadie se dio cuenta del nivel de violencia que contenía el mismo? ¡Claro que se dieron cuenta! ¡Claro que sabían!, pero ese artista que usted tanto admira, el que se hace llamar “El niño de Medellín” y del que muchos hemos hablado con orgullo, también hizo parte de esa cadena que aprobó el video, la violencia, la denigración, la misoginia, el machismo y el racismo como estrategia de marketing.
Porque claro que antes de salir al aire sabían que lo tendrían que bajar, pero los millones que seguro alcanzaron a hacer en esos días, valieron la pena.
Ese J Balvin que se ufana de decir que él no toma posición en la política (por lo menos en la colombiana, porque bien activo lo hemos visto en la de otros países), el que dice que lo suyo sólo es la música y llevar nuestra cultura a todo el mundo, el que se llena la boca afirmando que a través de su arte nos quitará el estigma del narcotráfico, es el mismo que lleva encadenadas mujeres afrodescendientes como signo de una superioridad blanca, el que pone en su vídeo a comer a una mujer del mismo plato de un par de perros, y el que después dice que fue un error y que lo disculpen que esa no era su intención. Como si ese video no fuera ya en sí mismo una declaración política.
¿Y sabe que va a pasar después de esto? ¿De la censura quizás? ¡Nada! La canción seguirá sonando en radios y fiestas, el video seguro se seguirá reproduciendo y en las discotecas se seguirá perreando al ritmo del niño de Medellín, el que con cara de yo no fui, un día, por allá en el 2018 nos dijo que la culpa del machismo en el reggaetón era de nosotras las mujeres que lo seguíamos consumiendo.