Perfect days

Podría decirse, haciendo una simplificación excesiva, que Aristóteles entendía a la virtud (areté) como aquellos hábitos y disposiciones de carácter que nos permiten actuar correctamente, y en ese sentido, encontrar la felicidad, el fin último de la vida, la tranquilidad, la vida plena. Los seres humanos no nacemos virtuosos, construimos a través de nuestros comportamientos y decisiones una vida de virtud. El relacionamiento con el entorno y con los demás define quiénes somos. La virtud no es una categoría abstracta en términos aristotélicos, es un horizonte que se juega día a día, en cada interacción, en cada movimiento.

Este modo de entender la virtud, como una capacidad, como una disposición en construcción, explica parte de los manuales de conducta griegos y romanos que sobrevinieron a Aristóteles. Uno de ellos, muy referenciado en tiempos de Tik Tok, es las Meditaciones de Marco Aurelio. Allí, el emperador romano sugiere muchas maneras de alcanzar una vida plena refiriéndose a situaciones cotidianas.  

Lo cotidiano, la rutina, lejos de ser una actividad tediosa y castrante es el camino a la existencia plena. La última película de Wim Wenders, escrita con Takuma Takasaki, es un retrato aristotélico, es la historia de una vida virtuosa. Hirayama, un limpiador de baños públicos en Tokio, es la personificación del hombre que imaginó el filósofo griego. La belleza de lo cotidiano, de la contemplación, de atemperar las disposiciones morales e intelectuales.

El cuidado que pone el protagonista a cada actividad que realiza. La forma como se relaciona con su entorno y su especial atención al mundo hablan de un hombre en constante búsqueda de la plenitud. Lo cotidiano es observado por Hirayama no como una carga que impide la realización. Su suspiro de felicidad al mirar al cielo cada que salía de su casa habla de un entendimiento de la máxima de Marco Aurelio: “No actúes en la idea de que vas a vivir diez mil años. […] Mientras vives, mientras es posible, sé virtuoso.”

Perfect days es un diario sobre la belleza escrito por un limpiador de baños. Lo bello, que es también lo justo y lo virtuoso. Wenders nos narra la rutina virtuosa de su personaje. Es casi de lo único de lo que nos habla (que no es poco). También del valor de las infraestructuras público-privadas como los baños de Shibuya. En ocasiones la falta de reflexión explicita sobre lo contextual me molestó, sentí por momentos que algunas escenas mostraban una precariedad estilizada con canciones de Lou Reed. La insinuación que se hace de Hirayama como un traidor de clase, en la escena que se encuentra con su hermana, también me incomodó. Como si fuera necesaria hacer una corrección de verosimilitud para que los espectadores entendieran cómo un limpiador de baños lee a William Faulkner.  Aristóteles, Marco Aurelio y Wenders son pregoneros de la virtud, de la belleza. Sus reflexiones toman una importancia mayor ahora que las sociedades se ahogan en la espiritualidad de supermercado.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/juan-pablo-trujillo/

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