Perder el metro es comenzar a perderlo todo

Perder el Metro puede ser el comienzo de perderlo todo. El Metro es el corazón de Medellín. Querámoslo o no, ha sido uno de los avances más asombrosos en la historia del progreso de la ciudad. Implica amor, implica orgullo.

Ese famoso orgullo paisa que resuena en el país y en el mundo comienza con una palabra: Metro. Construir un sistema de transporte tan completo, general, inclusivo y rápido en un valle rodeado de montañas —donde la geografía ofrece más retos que ventajas— ha sido, y sigue siendo, motivo de orgullo para todos.

El Metro fue una victoria del pasado y continúa siendo el mejor sistema de transporte del país. Está a la altura de las grandes redes del mundo. Es, sin duda, un logro para Colombia, un país donde suele ser difícil poner de acuerdo a sus habitantes para construir algo tan bueno.

A pesar de todo, el Metro lucha por mantenerse como en sus inicios. Es costoso, exige un mantenimiento constante, y aunque el pasaje parece económico, muchas veces no alcanza a cubrir todos los costos operativos.

La crisis en las estaciones del sur esta semana ha sido seria, imposible de ignorar y totalmente válida en su impacto. Ha puesto a cientos de habitantes en una situación difícil para movilizarse, recordándonos lo indispensable que es este sistema para la vida cotidiana de la ciudad.

¿Qué pasaría si el Metro dejara de funcionar hoy? Medellín, probablemente, colapsaría. La ciudad que conocemos sería un caos: el tráfico, el tiempo perdido, los costos, la contaminación. Solo imaginar una Medellín sin Metro nos revela el riesgo de perder lo que más nos une.

Según estimaciones oficiales, el Metro de Medellín generó en 2024 aproximadamente 6,23 billones de pesos en beneficios sociales, económicos y ambientales. Eso equivale a entre 1 y 1,5 millones de pesos por habitante al año. Los ahorros en tiempo, contaminación, costos de transporte y accesibilidad son enormes. Es, sin duda, lo mejor que le pudo pasar a Medellín.

Ahora bien, ¿la socavación detectada es solo una contingencia aislada o una señal de algo más profundo? Medellín no puede darse el lujo de que su sistema más preciado falle o carezca de recursos para sostenerse. Son miles las familias que dependen de él; y, pensándolo bien, detrás de cada interrupción hay historias de tiempo perdido, dinero gastado y oportunidades truncadas.

Tal vez muchos paisas llevemos la cultura Metro tatuada en la mente. Pero el fenómeno de Medellín, esa ciudad de puertas abiertas, enfrenta hoy un reto enorme: seguir siendo la ciudad que todos amamos y que nos llena de orgullo. Porque lo que les sucede a las grandes ciudades del mundo es que, a veces, terminan siendo de todos y a la vez de nadie, todo como consecuencia de su progreso. Está en nosotros cuidar, amar y exigir respeto. No solo por el sistema, sino por lo que representa: una forma de vivir, de conectar, de avanzar. Que el Metro, aunque se deprecie como activo físico, se renueve con la ciudad que somos; que siga activo, moderno y disponible por muchos años más, el Metro no es un lujo, es identidad, perder el Metro sería perdernos a nosotros mismos.

Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/carolina-arrieta/

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