Escuchar artículo
|
“Si las puertas de la percepción se purificaran todo se le aparecería al hombre como es, infinito.” William Blake.
Esta semana leí un hilo de Alejandro Gaviria en la red social X. La serie de trinos del exministro, conmemoraban la muerte, hace ya sesenta años del escritor y pensador Aldous Huxley, uno de los más lúcidos e importantes del siglo XX. Más que una semblanza del escritor de Un Mundo Feliz, recapitulaba una de las búsquedas existenciales más profundas del autor británico: La experimentación con alucinógenos y su trascendencia personal y espiritual en el proceso. Gaviria ya había hecho una inmersión profunda en la vida y obra de Huxley en un reciente libro y profundizado sobre la experiencia del autor con estas drogas.
En 1954 Huxley publica Las Puertas de la Percepción, un ensayo donde describe el estado de alteración de la conciencia que vive producto del consumo de mescalina, un enteógeno capaz de producir fuertes alucinaciones. Lo interesante de la disertación de Huxley radica en la tesis de que el cerebro de los humanos suele matizar la realidad a la que se ve expuesto en el entorno, es decir, no logra del todo procesar todas las imágenes o sensaciones a las que se ve expuesto. Las drogas, como lo expresa metafóricamente, logran abrir esas puertas de la percepción. El escritor describe el estado contemplativo y reflexivo en el que queda absorto, como se inhibe la percepción espacio temporal y la experiencia sensorial totalmente novedosa.
No sería esa la única exploración de Huxley con las drogas; haría lo propio con el LSD y otras sustancias. Salió publicado también en 1956 Cielo e Infierno, otro ensayo y en 1977 de forma póstuma, Moksha, una compilación de sus textos sobre este asunto. De hecho, en su lecho de muerte, Aldous Huxley se valió de estas sustancias como paliativo contra el dolor y la agitación que le provocaba la enfermedad. Murió de forma plácida y tranquila, inmerso en el sueño.
En los 70 empezaría la absurda guerra de occidente contra las drogas, cortando de tajo la experimentación y los estudios clínicos asociados a las bondades de estas sustancias para el manejo del dolor en pacientes terminales, trastornos psiquiátricos y sobre todo poniendo trabas para el consumo recreativo seguro, legal y responsable. Por años, las generaciones han crecido observando la satanización y persecución sin cuartel de estas sustancias y sus consumidores. Una persecución absurda que ha generado no solo un derroche de recursos y esfuerzos institucionales, sino también dolor y desgaste para la sociedad entera. Se condena de forma delirante a ciertas drogas mientras se convive pacíficamente con el tabaco y el alcohol, asociados médicamente a mayor morbilidad y dependencia.
Poner esta conversación sobre ciertas drogas, compleja a lo mejor, no solo sobre la mesa de la casa y la de los amigos, sino también en la de los legisladores y los policy maker, nos puede ayudar a dar vía libre al uso de sustancias de bondades probadas en el campo de la medicina para el tratamiento de ciertas patologías, pero también para el uso recreativo. Esta no pretende ser una promoción del consumo, o por lo menos no del desaforado. El consumo adulto y responsable puede, por qué no, abrir las puertas de la percepción, aproximarse a una experiencia psíquica y sensorial liberadora, siempre que se haga en un ambiente y cantidad controlada. Las drogas no son el enemigo, el enemigo es la falta de información y la prohibición irracional. La guerra contra las drogas es un fracaso de la humanidad.
Otros escritos de este autor: https://noapto.co/samuel-machado/