Paternidad e incertidumbre

Paternidad e incertidumbre

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Me veo tentado a escribir sobre lo que pasa en la Colombia política, especialmente con la pelea entre un pésimo fiscal general al que se le han documentado múltiples casos de manipulación de procesos, presionando y cambiando fiscales, y un presidente que confirma sus aires autoritarios y muestra ignorancia al desconocer un principio elemental de la democracia: la separación de poderes. No porque históricamente los fiscales hayan sido de bolsillo, puede un presidente en ejercicio darse poderes que no le otorga la constitución. Si Petro realmente quisiera romper con el manejo clientelista de algunas instituciones, no hubiera negociado y entregado la Contraloría a los mismos de siempre, como ya ocurrió. Y veremos si pondrá o no, escuderos suyos en la terna para la Fiscalía, ya que estamos en el gobierno del cambio. Mientras nos quedamos con el show hay investigaciones que no avanzan o se archivan, y hay un país que nada en incertidumbre. Pero la realidad es que más allá de unas palabras al respecto, no tengo demasiado que aportar al ruido generado.

Por el contrario, hay un tema del que quiero hablar un poco más: la paternidad. Empezando por lo obvio, hay que decir que es una experiencia espectacular en la que uno vive y siente cosas que nunca imaginó. Cada progreso de una hija es una emoción única, verlas dar sus primeros pasos, palabras, risas, gestos, no se compara con nada que yo haya vivido antes. Ni que decir de la primera vez que dicen papá o la alegría cuando uno llega a la casa. No he tenido un día lo suficientemente malo, y sí que los he tenido, como para que un abrazo, una mirada o un juego con las hijas no me haga sentir mejor. Con mis hijas llegó la perspectiva que necesitaba, la claridad incuestionable, la certeza absoluta de lo que verdaderamente importa. Ahora, el tiempo se pasa tan rápido que más vale ser plenamente consciente de ese tipo de cosas porque es una posibilidad que irá desapareciendo y será reemplazada por otro inmenso mundo de emociones que llegarán con los años.

Ahora bien, esa intensidad en las emociones incluye otras cosas de las que poco se habla cuando se piensa en el papá. Resulta que el papá también se cansa al punto del agotamiento, y no me refiero únicamente al cansancio físico, que es descomunal, sino también al mental. Esa consciencia de la que hablaba incluye, al menos en mi caso, una preocupación por el futuro, por las posibilidades económicas y por el mundo en el que vivirán. En un contexto de incertidumbre política y económica global, empeorado en Colombia por nuestra propia realidad, las inquietudes se aumentan. Es tan simple como entender que ahora ya no solo debes responder por vos mismo, sino que hay otras personas, por ahora indefensas, cuyo futuro depende en buena parte de tus decisiones. Es un peso adicional, una variable que se agrega a todo lo que has cargado desde que llegó la adultez con su infinita lista de responsabilidades. A esta fatiga hay que agregarle una mucho más banal pero igualmente agotadora que es la logística interminable. Todos los días hay que coordinar quién lleva, quién recoge, una cita más, una clase nueva, todo en horario laboral de los padres y aunque las abuelas ayudan bastante, siempre está la necesidad, que antes no se tenía, de coordinar con detalle 4 agendas.

Esto significa, también, que ahora uno ya no es la prioridad y se van reemplazando los espacios de ocio y de libertad por una catarata agobiante de responsabilidades. Siempre hay algo más importante que hacer por alguien más, dejando de lado, a veces, lo que nos hace ser a nosotros. Y no hablo de que la paternidad se base en sacrificios ni en papás infelices, pero tampoco quiero romantizar el cansancio y la entrega desmedida a las hijas. Hay que encontrar el equilibrio.

Hablo de esto porque me parece que es un tema que ha pasado de agache. Ahora que hablamos de salud mental, que vemos con asombro como Antioquia es líder nacional en cantidad de suicidios y que de esos el 80% son hombres, vale la pena empezar a profundizar en todas las posibles causas que por uno u otro motivo pueden llevar a los hombres a un quiebre emocional absoluto. No me atrevería a hacer una conexión directa entre estas cifras y la paternidad, lo que sí tengo claro es que los hombres tenemos una incapacidad, tal vez cultural, para hablar de nuestras emociones y lo que nos agobia. Este es un tema del que vale la pena, por lo menos, conversar.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/esteban-mesa/

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