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Para escuchar leyendo: Newyorkina Chimba, Santibel

En apenas treinta años, Medellín pasó de ser la ciudad más violenta del mundo al nuevo eje turístico de Latinoamérica. Pasó tan rápido que nos pasó enfrente el cambio, y casi nadie alzó la voz para pensar con serenidad las consecuencias de las ganas de parchar en Medallo que ahora tienen los extranjeros.

Al principio era hasta pintoresco, primero Guatapé, las escaleras eléctricas de La 13, el Lleras, La 70; nos generaba cierta dicha ver extranjeros maravillados con nuestros paisajes, con nuestros rincones, gastando su dinero y tomándose selfies en nuestras esquinas. Después se nos hizo incomodo escuchar el hello en la tienda donde siempre fue ¿Quihubo?, luego fue la indignación con el aumento de precios o con las burlas de los extranjeros hacia nuestras tragedias históricas. Ya luego fue la rabia por la gentrificación boyante, por la explotación sexual, especialmente de nuestros menores, que se hizo paisaje en Provenza y otros sitios de concurrencia; la rabia natural por ver convertida a la ciudad en un gran bazar de drogas, arriendos baratos, e incluso de personas.

Y es que el turismo que se hizo fuerte en la ciudad es la del extranjero que considera a su pasaporte una licencia que le permite, básicamente, cualquier exceso, que entiende al dólar como una moneda de cambio para la dignidad humana, que se cree cliente cuando en realidad es maltratador.

El gran estallido mediático de la Medellín para visitar tenía como banda sonora a un reguetón sinónimo de sexo fácil y sin límites, y como mayor atracción, al capo llevado a héroe por guionistas irresponsables y productores malevos. Dígame usted, querido lector ¿Cómo le íbamos a competir a ese turista criminal si la imagen de la ciudad era la de la cuna de la plata o plomo? Porque dejamos que la peor de nuestras tragedias fuera retratada como una historia pintoresca de un Robin Hood, por parte de la televisión y el cine interno y extranjero, porque nunca le dimos la importancia a las víctimas, porque vendemos a manos llenas regalos y recuerdos con la cara del capo, porque callamos ante la explotación sexual, especialmente de niños.

El alcalde Federico Gutiérrez anunció hace pocos días la creación de la Secretaría de Turismo, una oportunidad sin igual para poner en orden -sí, en orden- el sector en la ciudad. Medellín no puede ser más la meca del turismo sexual, de las drogas, de la gentrificación; el reguetón y las narcoseries no pueden seguir ganando el relato constituyente de nuestra identidad.

Como bien cantara Pala, esta ciudad que es templo de Dios, también es carta y cartel, echémonos al hombro la responsabilidad de convertir la idea de parchar en Medallo en sinónimo de turismo responsable, que genere desarrollo y permita el disfrute de una ciudad para todos, para que podamos cantarle a Medellín ¿Quién te dejara lo que te dejó Gardel?

¡Ánimo!

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/santiago-henao-castro/

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