¿Para qué debería servir un alcalde?

¿Para qué debería servir un alcalde?

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Parto de un condicional presente, debería, porque lo primero que quiero decir es que la condición de alcalde, eso de ser la cabeza política y administrativa de una ciudad, no es fácil, entonces ese verbo en esa conjugación tiene la intención de plantear mi visión, una respetuosa hacia ese cargo y sus contextos particulares, más como recomendación que como obligación, conociendo que dicho espacio está ocupado por un ser humano, aunque a veces se nos olvide.

Quiero presentar, en cinco párrafos, lo que para mí debería ser un alcalde. Lo haré de manera general, con un enfoque preciso, pero sin ahondar demasiado por asuntos de espacio. Pido disculpas de antemano a los lectores que quisieran que esto fuera más detallado. Aquí va:  

Un alcalde debería servir para que las personas confíen en las instituciones políticas, su eficacia y eficiencia, y la voluntad que éstas tienen para resolver, o intentar resolver, problemas cotidianos que afectan a la totalidad de la población. La persona que ejerza ese rol debería saber que sus jefes son los ciudadanos, todos sin excepción ni preferencia, y debería alejarse de ser una pieza del engranaje de intereses privados que desvíen la búsqueda del bien común.

Un alcalde debería ser un referente ético. En su persona y sus ideas, la legalidad y la legitimidad tendrían que ir de la mano, sin que haya resquicio de duda sobre su honestidad ni sobre el aval ciudadano a su mandato. No tiene que ser un alcalde querido por la mayoría, pero sí respetado por todos.

Un alcalde debería tener una visión política, económica, social y cultural clara sobre el territorio que gobierna. La cotidianidad antes mencionada no puede caer en que éste se concentre excesivamente en la coyuntura o en los asuntos que le den una retribución inmediata a su popularidad. La estrechez de miras no lleva lejos a una sociedad; en cambio, tener los ojos puestos en el futuro, dando pasos firmes en el presente, permite que se avance en programas y proyectos claves, que impacten positivamente a la ciudadanía. Para ésto, debería ser una persona preparada durante muchos años, con experiencia política y técnica, que no llegue a improvisar.

Un alcalde debería ser cercano a las personas, más para escuchar sus necesidades, que para buscar el aplauso de la galería. Que la selfie nunca esté por encima de la política pública es fundamental en una administración que, auténticamente, se preocupa menos por ser trampolín político que instrumento de transformación social.

Por último, un alcalde debería entender que rodearse bien es muy importante, y que las personas que lo acompañarán en su gobierno no pueden ser elegidas sólo por su lealtad hacia él, sino por su experiencia y capacidad para desempeñar el rol que se les asigna. Que el amiguismo no esté por encima de la responsabilidad y el compromiso con la ciudad.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/daniel-yepes-naranjo/

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