Escuchar artículo
|
Como les he contado en otras de mis columnas, tuve una infancia socializada en el cristianismo. Esto significa que crecí escuchando sobre la Tierra Prometida para el pueblo de Sion, es decir, para el pueblo de Israel, pueblo del Dios judío. Crecí escuchando y cantando alabanzas que decían que Dios era todo poderoso, omnipotente, venció todas las batallas y acabó con los carros del faraón. Muchas de las alabanzas religiosas exaltaban la guerra y el papel nuestro como soldados de la mano de un Dios vencedor que castiga a quien no obedece y premia la sumisión.
A la par de estos cantos, mantras por su repetición constante, se leían versos bíblicos, textos sagrados del mundo judeocristiano que narran el origen, fin y propósito de la humanidad con su divinidad. Este libro, tan leído aún, cuenta múltiples guerras en nombre de Dios, narra cómo se acabaron con ciudades porque se comportaban distinto a las leyes judías; asimismo, manifiesta planes bélicos para tomarse territorios que se consideraban heredados. Cuenta asesinatos, abusos, destierros, desplazamientos, traiciones, ciudades ardiendo en llamas, comunidades enteras muriendo de hambre o comiendo sobras de animales por cuenta de la crisis climática, las decisiones de reyes, curas o manifestaciones divinas.
Allí, los textos y los cantos cobraban sentido, claro, estábamos muchas personas haciendo lo mismo, reproduciendo lo mismo, creyendo lo mismo, considerábamos verdad aquello planteado y por ende, se legitimaban todas esas acciones que ocurrieron hace miles de años. Pero también se legitimó la colonización nuestra como territorio, se permitieron viajes misioneros a otros lugares, lo cual significa colonizar el saber/poder en donde no nos han llamado.
Sin embargo, en esta última semana, mientras regresaba de Irlanda de Norte, expresión también de colonización y guerra por cuestiones ideológicas, religiosas y políticas, veo que Franja de Gaza está a punto de desaparecer por los enfrentamientos bélicos con Israel. Miles de personas heridas y asesinadas, pueblos enteros condenados al hambre, a la vida en refugios, a eternos desplazamientos y una mirada internacional cómplice, colona, que vela sólo por intereses económicos.
Veo ciudades en ruinas, caminos tapados, puentes rotos y grandes bombas ardiendo. Sigo viendo videos, fotos, leo artículos y sosteniendo conversaciones, me siento cuando leía el Antiguo Testamento, ya no tengo que imaginar como sucedió, es como lo veo hoy. Tiene los rostros de las personas que hoy gritan de un lado o del otro, tiene rostros de niños con cemento en su cabello y sangre en el rostro. Tiene a mujeres pidiendo la paz, mientras los hombres hacen la guerra.
Me duele saber que creí todas estas afirmaciones, me duele saber que me socializaron exaltando la guerra sin ver los rostros y los efectos de ella, (aunque viva en Colombia que ya ha tenido suficientes rostros en la guerra), me duele saber que creía en un dios que está dispuesto a acabar con comunidades antes que entablar un diálogo, me duele saber que existen personas que usan sus recursos político-ideológicos para imponerse sobre otros. Me duele que el colonialismo esté aún tan vivo, como para que agentes externos determinen cómo tienen que vivir otros sin jamás vincularlos en la conversación.
Me duele aún más que haya políticos actuales que aún usen este recurso ideológico para silenciar a otros, para acabar con sus contendores, para ganar adeptos. ¿Cómo pueden existir personas que usen de la guerra como su fortín?, ¿será que no ven sus efectos?
Quisiera soñar con otras ideologías, con otros sistemas político-religiosos, que nos permitan una ética distinta, una donde asesinar no esté valido, dónde desplazar comunidades por visiones ortodoxas esté prohibido, una dónde se prohíba las violaciones a los derechos humanos de cualquier índole, una donde no podamos ser indiferentes; quisiera construir nuevos dioses y diosas que se reconocen en interdependencia, que sus poderes sean para sanar, reparar, cuidar y tejer en un mundo lleno de abismos; quisiera cantos que eleven la vida y otro sistema de valores; que las divinidades sean tan diversas y amplias que manifiesten de manera explicita que para la guerra NADA. Así no habría intentos de salvadores que se consideran dueños de una verdad y con ello, dueños de la vida.
Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/luisa-garcia/