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Pablo? Pablo from Colombia? Oh! Pablo Escobar!! Right? Ha ha ha!!!
La frase que escuché todos los días de mis primeras dos semanas en China no necesita traducción. Con mi nombre, cargo involuntariamente a mis espaldas la lacra del narcotráfico; aún cuando mi familia es víctima de la violencia y cuando éste, mi nombre, fue escogido por mis padres por razones que me enorgullecen.
No sólo son los chinos quienes hacen el gracioso chiste de Pablo Escobar, también son los extranjeros: asiáticos, africanos, europeos, etc. Es que Pablo Escobar es una risa hasta para los colombianos.
¿Por qué es un héroe Pablo Escobar? ¿Por qué es un personaje de película? ¿Por qué no se dan cuenta las personas del mundo que mencionarlo es, para muchos colombianos, como hablarle de nazis a un alemán? Por culpa nuestra.
Sea la insensibilidad causada por la misma revictimización de nuestras múltiples violencias, o la falta de consciencia propia sobre el desastre del narcotráfico y el conflicto armado interno en nuestras vidas, o tal vez la desafortunada cultura de nuestro entretenimiento que prefiere hablar de narcos y maleantes antes de Chepes Fortuna, Bettys y Pedros; lo cierto es que nosotros mismos construimos el fantasma de Pablo Escobar. Fuimos nosotros quienes hicimos popular la narco-cultura antes de que llegara Netflix.
Me atrevo a afirmar hoy que somos causantes de nuestra propia desgracia para traer a discusión una idea que hace mucho me ronda en la cabeza: Colombia necesita con urgencia una Ley de Memoria Histórica (no basta una Ley de Víctimas).
Una Ley de Memoria Histórica para el país debe establecer cátedras e incentivos culturales para contar nuestra historia con todos sus matices, desde la realidad, desde el reconocimiento y la intención de no repetición. Requiere obligar -sí, obligar- a contar la historia como fue en realidad, sin adornos heroicos ni tabúes, hablando de los errores del Estado y de los criminales. Debe perseguir la exaltación del narcotráfico y la guerrilla, la venta de souvenires y los narco-tours. Colombia necesita una cultura del reconocimiento y la superación de nuestra desafortunada violencia.
Este país no se ha puesto de acuerdo sobre la cuestión de la memoria histórica porque hay todavía muchos quienes, con intenciones políticas y económicas, insisten en negar la realidad de la violencia. Pero hace rato llegó el momento de hacer algo, no para olvidar, sino para reconocer y avanzar. El país, de tantos colombianos que intentamos dejar el nombre de la patria en alto merece dejar de ser el país de Pablo Escobar.
Otros escritos de este autor: https://noapto.co/pablo-estrada/