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Hace dos décadas estudiábamos en la universidad. En ese ambiente muy poco se hablaba de feminismos o de autonomía femenina. Entonces, ya éramos distintas a nuestras madres y abuelas; pero repetíamos, sin mayor consciencia, muchas formas de relacionamiento con los hombres que se enraízan en el más estricto patriarcado.
Por un lado, la época; por otro, el ambiente de universidad privada; en la base la tradición machista; y encima de todo, nuestra juventud. Ahí, con algo de timidez, con el natural deseo de agradar, a veces pecábamos por ser en exceso complacientes con ellos; por pretender ser “uno más”. Incluso, hoy me atrevo a decir, que disimulábamos la inteligencia para no abrumarlos.
En ese momento nos parecíamos más a la mujer a la que hoy, en 2024, le canta Herencia de Timbiquí en su canción “Antioqueña”. Estos músicos del Cuaca tan acertados en melodías y armonías del Pacífico; tan tesos para ponernos a bailar al ritmo de la marimba; tan capaces de hacernos cantar letras preciosas… ahora, desentonaron.
¿A cuál mujer antioqueña le están cantando? Porque no es a las chicas que veo cada semana en el salón de clases, muy distintas a las que éramos nosotras en esas mismas aulas. No es a mis amigas, tan tesas, con decisiones vitales profundas. No es a las mujeres que bailan en Son Havana entre ellas mismas y sin necesidad de parejo, porque ¡ah bueno que es bailar con las amigas! No es a las mujeres escritoras, artistas, músicas, científicas, académicas, políticas paridas en estas tierras…
Tampoco es a las mujeres explotadas sexualmente que caminan las calles de esta ciudad. Ni a las indígenas, ni a las negras, ni a las víctimas, ni a las migrantes, ni a las campesinas… No sé a quiénes aluden en su canción porque las características que nos describen en este momento no son, precisamente las que ellos exaltan: “bien puesta, siempre arreglada; que ama su tierra; hogareña, esposa; conservadora; sensual y maternal; angelical; blanca de ojos claros, mona; esbelta, tan linda y buena…” en fin.
Me permito avisarles: hace tiempo nos estamos bajando, con mucho esfuerzo, de ese montón de estereotipos. No estamos dañadas para tener que arreglarnos, perfumarnos y estar bien puestas a complacencia de otros. Y, más de una vez, no amamos esta tierra porque es aquí donde no protegen nuestra vida ante locales y extranjeros. Porque es de estas montañas de donde muchas salen desplazadas. Porque hay días, en esta tierra, en los que sentimos más miedo que amor.
Somos cuidadoras y hogareñas por voluntad y, es mejor, cuando nos encontramos, por fortuna, con hombres que también asumen sus roles como cuidadores y hogareños. Ya no creemos que “el hombre es de la calle y la mujer del hogar”. Ahora sabemos que nuestro destino no es solo la casa, sino que ese es uno de los distintos ámbitos en los que podemos expandirnos.
¿Conservadoras? Les cuento pues que fueron más atinados Miguel Agudelo y Pelón Santamarta cuando compusieron: “Antioqueña que vives cerca de los montes, donde son más inmensos los horizontes…”, ¡en 1928!
Si por conservadora se entiende el apego sin sentido a la tradición, pues cada vez lo somos menos. Reconocemos en el pasado las luchas de otras muchas que con valentía y revolución nos han traído hasta aquí; pero, no es suficiente y seguiremos transformando las realidades de todas.
No queremos ser angelicales porque nuestras madres ya nos enseñaron a pararnos con los pies en la tierra para defendernos. Hemos aprendido que en nuestra humanidad femenina está, precisamente, la fuerza de nuestra existencia. Nuestros cuerpos han sido violentados de maneras atroces y no vamos a perder la corporalidad que tanto esfuerzo histórico nos ha costado. Tampoco seremos solo maternales, entre otras cosas, porque nos estamos dando cuenta de que la maternidad no es nuestra obligación, al contrario, que esta será deseada o no será.
Mencionan con timidez que somos mestizas, pero repiten la imagen de la mujer blanca, de ojos claros (verdes o azules), mona… y así no somos. Aquello que medio dicen es precisamente lo que sí somos: la mezcla de orígenes, de naturalezas, de culturas. Oye, Herencia, ¡te invito!: conversemos. Vengan y les contamos cómo somos las mujeres de Antioquia ahora. Escuchen los sueños que tenemos para que todas las mujeres de este departamento podamos ser lo que queramos ser, con dignidad, con seguridad, con autonomía, con oportunidades. Los esperamos, porque queremos que nuestro futuro, nuestra voz, nuestro aliento estén en nuestras manos.
Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/maria-antonia-rincon/