Oda a Ela Minus

La fiesta era el lugar para recrear el génesis del mundo. Era un ritual en el que la divinidad se manifestaba para hacer que el mundo se revitalizara. Era. Hoy, la fiesta parece ser mera distracción, recreo, FOMO. Su naturaleza ritual se ha diluido entre fotos, videos, drogas…

Ela Minus parece haberse dado cuenta de ese sigiloso quiebre del carácter ritual de la fiesta y, furiosa, decidió enfrentarlo. Estuve en su concierto del nueve de noviembre en Bogotá, el cierre de su gira. Vi cómo, otra vez, decidió darle la espalda a su público. No es una metáfora, Ela Minus se presenta de espaldas, como diciéndonos que da igual ver una espalda que una pantalla. Sí que nos mostró su cara, pero en la pantalla de fondo, entre las visuales del escenario, de nuevo, como diciéndonos: “estoy exactamente donde quieren que esté… ¡en megapíxeles!”

A eso también se le suma su insistencia, comprensiva, pero tajante, en que el público conecte con el espacio. En recuperar la naturaleza ritual de la fiesta en un mundo donde ese contacto con lo sagrado es mínimo. Ya René Girard lo advertía en La violencia y lo sagrado: “A medida que se van borrando los aspectos rituales, la fiesta se limita cada vez más a esta grosera licencia de esparcimiento con que han decidido verla tantos observadores modernos”.

La fiesta como ritual ha perdido importancia. Tanto así que podemos encapsularla, como si de un Dolex se tratara, en un archivo de video. ¿Imaginan una misa en la que todos sacan sus celulares y empiezan a fotografiar al sacerdote cuando alza la hostia y el vino? Ritual encapsulado que pierde su contacto con lo sagrado y se torna profano.

El problema, como también lo advierte Girard, es que, al perder sus caracteres rituales, la fiesta “acaba mal en el sentido de que vuelve a sus orígenes violentos; en lugar de vencer a la violencia, inicia un nuevo ciclo de venganza”. O, como también lo dice Ela en QQQQ: “Últimamente siento que… todos estamos de acuerdo en que esto es… el fin de los tiempos…”

Por eso celebro el olfato de Ela y su búsqueda por recomponer la fiesta como ritual. Gracias, Ela Minus, por extendernos la mano e invitarnos a abrir monte en medio de tanta maleza. ¿No es ese, quizás, el gran logro de los artistas, más allá de llenar estadios como bolsillos?

si va a ser así,

que se acabe el mundo.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/martin-posada/

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