Nuevos servidores públicos

Nuevos servidores públicos

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Entre 2016 y 2020 trabajé como servidor público en el municipio de Medellín. Asumiendo los clichés, esos cuatro años supusieron una gran cantidad de aprendizajes. Cambios, angustias y también -como todo- satisfacciones. La incertidumbre la intenté compensar con lecturas sobre iniciarse en la política y el servicio público. Ha sido una nutrida esquina de literatura política, intentar responder a la pregunta: ¿cómo debería ser el político ideal?

Platón lo imaginó como a un filósofo-rey, Maquiavelo como un príncipe despiadado, Federico II como un padre benévolo, Max Weber como el funcionario racionalista, la Nueva Administración Pública señala la necesidad de su capacidad para gestionar una organización y el mercadeo político puso el énfasis en la imagen y la comunicación efectiva. Las redes sociales ahora lo han convertido en político/influenciador; tiktokeros que toman decisiones colectivas.

Pero en la diversidad del flujo de estas preguntas aparecen algunos elementos comunes. Y pienso en esto porque por estos días de inicio de nuevos gobiernos locales y regionales en Colombia hay un flujo grande de personas que llegan a ocupar cargos en la administración público o inician contratos para apoyar las labores del Estado en su función de resolución de problemas públicos y gestión de los intereses colectivos. Muchos, quizá, llegan por primera vez e imaginan los inicios de carreras como servidores públicos o políticos en sus municipios y departamentos.

Entrar en política es una decisión importante que se suele tomar sin reflexionar lo suficiente sobre sus implicaciones. Sobre estas hay dos tipos, las personales y las colectivas. Las primeras las debe tratar cada uno, pero las segundas son relevantes para todos; son las consideraciones sobre los efectos que esa decisión personal puede tener para los demás.

Quizás la mejor manera de resumir estas dos cuestiones es con dos preguntas fundamentales: ¿por qué quiero hacer política o trabajar en el sector público? Y, ¿qué puedo aportar desde mis conocimientos y experiencia a los asuntos colectivos?

Estas preguntas son fundamentales porque el servidor público y el político deben encontrar la tarea en la que su trabajo no solo sea pertinente, sino suficiente y positivo. El interés común, y el bienestar del Estado y del mismo político, están determinados en que cada uno se desempeñe en el lugar donde se le necesita. De hecho, señalaba Séneca, “solo has de poner mano en aquellas cosas que estén en tu voluntad el hacer” y que antes de cualquier decisión importante, “lo primero que cada uno debe hacer es tantear su capacidad”.

Plutarco, que escribió un bonito manual para un familiar que se iniciaba como funcionario imperial, establecía una serie de valores y formas de ser para los buenos políticos que resultan interesantes para esta reflexión; en este ideal que propone, el político ideal no debe ser arrogante, ni odioso; debe ser prudente, pero no inflexible; siempre accesible y fácil de visitar, en tanto “tiene las puertas de su casa siempre abiertas”; es solícito y bondadoso, no es odioso, ni molesto; tampoco ostenta nada y busca siempre evitar el lujo, siendo uno “más del montón”; es consejero propicio, defensor sin sueldo y árbitro de los asuntos colectivos; “se entrega al Estado con desvelo y entiende la carrera política como una forma de vivir y de actuar, no como una profesión y una liturgia”.

Otros escritos de este autor:
https://noapto.co/santiago-silva/

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