En la ciencia en general la abstracción es necesaria. Por eso se eligen variables sobre otras, para reducir la maraña, para intentar hilar una teoría. Explicar es en cierta medida abstraer y simplificar la alta complejidad social. Pese a esto, es común en teoría social la construcción de conceptos omniabarcantes que se utilizan para explicar casi todo lo que sucede en el mundo. A Foucault y a muchos otros se les ha criticado por esto. “Control” -que es la categoría central de las reflexiones de este filósofo- es un concepto tan pesado que termina aplastando otras posibilidades. Philippe Corcuff ha llamado a esto “conceptos bulldozer”, categorías que acaparan todo y terminan aplanando la complejidad de lo social. Que, tal y como sucede con la maquinaria pesada, alisan el terreno de la discusión.
El uso de conceptos bulldozer es un vicio muy común en la conversación cotidiana. Neoliberalismo y capitalismo, por ejemplo, son expresiones recurrentes en los debates de Twitter y del almuerzo. Hay dos problemas con esto. Por un lado, estamos asumiendo que todo en lo social se explica a partir de un concepto. Por el otro, más grave, frecuentemente no estamos diciendo absolutamente nada cuando los pronunciamos. Esas palabras, muy a menudo, están vaciadas de sentido. No refieren ninguna cosa. Son palabras huecas.
Cuando decimos “todo es culpa del capitalismo” nada es culpa del capitalismo, de la misma manera que cuando decimos que “todo es político”, nada lo es. Lo político es algo concreto, que, aunque controversial y con distintos significados, no es omniabarcante. No está en todo. Con la palabra capitalismo pasa algo similar. Es un sistema de producción e ideología que se ha transformado muchísimo, es distinto al neoliberalismo y no explica cada aspecto de nuestras vidas. No todo es “capitalismo”. Hay que establecer muy bien a qué nos referimos con capitalismo y a qué con neoliberalismo, y mucho más, delimitar qué aspectos de cada uno causan qué problemáticas.
El sistema económico, o las condiciones materiales dirán otros, o la identidad, no determinan todo lo que nos pasa ni explican todo el mundo social. El determinismo- asumir que hay algo inevitable omniexplicativo- es un error para pensar un mundo que cada vez es más complejo, y con complejo no me refiero a difícil sino a que está compuesto de muchos factores estrechamente relacionados, que se entrelazan, que se vuelven red.
He estado conversando- que es la mejor forma de pensar- sobre la distinción entre lo práctico y lo teórico pues es común que las ideas se descalifiquen por su falta de pragmatismo. Delimitar a qué nos referimos cuando decimos capitalismo y neoliberalismo, y, sobre todo, definir cuáles de sus aspectos están causando qué cosas es algo que no sólo compete a profesores e investigadores, es fundamental para cualquier persona que esté interesada en lo político, en particular si lo entiende como lo hacía Rancière, es decir, como emancipación.
Si queremos tener un mejor país- o un mejor mundo -nuestro diagnóstico para lograrlo tiene que ser más preciso incluso desde las conversaciones cotidianas. Cuando decimos “no quiero salir porque afuera hace capitalismo” no estamos diciendo mucho. Hay que identificar qué del neoliberalismo está causando qué problemas, qué del capitalismo está generando beneficios sociales. Cualquier proyecto transformador de la sociedad debe evaluar qué permanece y qué modifica. No podemos seguir infantilizando el debate culpando a algún coco de todo lo que nos pasa. Tenemos que tratar de definir más finamente el qué: qué nos pasa y qué aspectos del sistema económico, político y social lo están causando. Insisto en que esto no es una cuestión teórica, es práctica. Si no afinamos nuestras formas de conversar sobre lo que nos pasa como sociedad, el mundo seguirá siendo un lugar de ganadores y perdedores. Nada de las cosas que tenemos que cambiar van a hacerlo sin un análisis más riguroso de qué las están causando. No digo que sea fácil. Los problemas sociales son complejos y sus causas y condiciones difíciles de identificar. Pero si seguimos repitiendo frases hechas en nuestras conversaciones diarias acerca de la sociedad vamos a estar mucho más lejos de encontrarlas y modificarlas. El neoliberalismo, aunque nocivo, no explica cada una de nuestras desgracias. Y dicho así, no significa absolutamente nada.