Por desgracia, todavía falta mucho tiempo para las elecciones presidenciales del 2026. Sin embargo, con la encuesta de esta semana, realizada por el Centro Nacional de Consultoría, tenemos un abrebocas de los distintos panoramas posibles: un centro que toma fuerza, una derecha fragmentada y una izquierda que, a pesar de la impopularidad del presidente Petro, no parece haber perdido a sus bases más fieles.

Me sorprendieron quienes lideran: Juan Manuel Galán y Sergio Fajardo. Después del fracaso de este último en 2022, parecía tenerla muy difícil para volverlo a intentar, por el agotamiento de los votantes y el hecho de que el centro está buscando caras nuevas. No creo que sea Alejandro Gaviria, pues llega con el lastre de haber sido ministro de Petro. Claudia López va a intentar pararse como la opción del centro, pero va a ser complejo que se desmarque del petrismo al que tanto apoyó, claro, hasta que la popularidad del Presidente empezó a descender. Porque si algo no ha ocultado López es su capacidad de cambiar de bando y su oportunismo.

La imagen de Galán se podrá relacionar con la gestión de su hermano en la Alcaldía de Bogotá. Además, los hermanos han tenido una posición estratégica con el gobierno, de independencia tirando a oposición. Y, como este es un país de delfines, el legado de su padre le sirve para que la gente, simplemente, lo conozca. Muchas veces basta sólo eso para sacar votos. El centro en Colombia se ha caracterizado porque, si tira para un lado, es para la izquierda; cuando al centro le ha tocado escoger siempre ha estigmatizado a la derecha por “uribista”. Un tipo como Galán puede romper con esa práctica.

El camino ideal sería una alianza entre el centro y la derecha para un gobierno liberal, que se caracterice por el rigor técnico y el respeto por la institucionalidad. Pues ir hacia un extremo bukeliano, como muchos pueden querer, le haría mucho daño a la democracia del país, como ya lo ha hecho este gobierno de Petro.

Pero esto no es descabellado, pues el voto de la derecha lo encabeza María Fernanda Cabal, que, reitero, sería tirar el péndulo al otro extremo del espectro político. En una segunda vuelta hipotética, debería tener un candidato igual de extremo como contrario para tener altas posibilidades de ganar. Más abajo se muestra a un político tradicional, como Germán Vargas Lleras, que podría recoger los votos de diferentes sectores y ponerse la bandera de la experiencia y de la opción “segura”. También hay figuras emergentes, como Juan Daniel Oviedo o Miguel Uribe, que tal vez tendrían posibilidad de recoger más votos que Cabal, pero que pecan por ser desconocidos para muchos. Incluso, en la derecha también se habla de otras figuras importantes, como la Senadora Paola Holguín.

Creo que Cabal tendría chance si se enfrenta a una Francia Márquez o Maria José Pizarro, o un Gustavo Bolívar o Daniel Quintero. Ojalá que ninguno de esos cuatro llegue, pues sería un continuismo nefasto para el país, más aún si se trata de Quintero, de quien para nadie es un misterio cómo en la Alcaldía de Medellín planteó un modelo de cartel y destrucción similar al de Samuel Moreno en Bogotá, en la década de los 2000. Yo no quisiera que la izquierda siguiera en el poder, pues ya han demostrado que, cuando llegan, no sólo son igual o peor de corruptos, sino que son incapaces en términos técnicos.

También puede ocurrir que el candidato no sea ninguno de los anteriores; recordemos que, en marzo de 2018, muy pocos sabíamos quién era Iván Duque, y unos meses después fue elegido Presidente. La política es muy dinámica, por lo que estos escenarios que me atrevo a plantear pueden cambiar de repente.

Finalmente, las respuestas para el voto en blanco, el “no sabe/no responde” y el “ninguno”, demuestran que puede haber un porcentaje importante de votantes que no se identifiquen con ningún candidato. Obviamente no va a ganar el voto en blanco, pero sí es cierto que muchos, como yo, verán esta lista de “presidenciables” y suspiren para después decir: “no hay con qué hacer un caldo”.

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