No capitalizar

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El mundo del capital nos está robando más de lo que creemos. Se nos ha colado incluso en nuestra vida privada. Hemos empezado a creer que debemos capitalizarlo todo. ¿Qué significa si quiera eso? Repetimos con alguna frecuencia la palabra y es probable que no entendamos lo que significa. No nos damos cuenta de que con ello estamos instrumentalizando cada relación, cada aprendizaje, cada viaje, cada libro, cada salida de la casa.

Hace poco, en una conversación con una mujer joven a quien admiro profundamente por su visión crítica y al mismo tiempo amorosa del mundo, me decía que estaba cansada de que le preguntaran cómo iba a capitalizar su vida. Me hizo ver con claridad que en las conversaciones cotidianas está siempre presente la pregunta y que todo lo convertimos en plata o “capital”.

“Te voy a presentar a alguien importante, quien sabe que sea bueno para tu futuro”; “muy bueno hacer una maestría para que la hoja de vida te pese más”; “léete este libro de negocios para que mejores tu productividad”; “hay que ir a ese lugar porque va gente importante”. Incluso, las que suenan más amorosas están cargadas de esta idea: “hay que cuidar el capital natural; los ríos, el agua, la energía y el sol son un recurso”.

Con estas frases le estamos perdiendo la magia a la vida pensando que todo está en función de otra cosa distinta a ella misma. Las experiencias que vivimos y las personas que conocemos no son una moneda de intercambio, mucho menos la naturaleza. Y aunque expanden la vida, amplían la mirada y nutren en alma, no están en función de ningún capital.

Ahora que termino una experiencia importante de mi vida, esta pregunta me ha resonado y he reflexionado sobre el valor de las cosas, de la naturaleza, de la vida. ¿Qué es valor? ¿Qué significa generar valor? ¿por qué hay que ponerle precio a la vida? ¿Quién dijo que el aprendizaje se tranza o que las relaciones tienen Tasa Representativa del Mercado? ¿Cuándo se nos ocurrió que el planeta estaba haciendo un negocio con nosotros?

¿En qué momento empezamos a usar el lenguaje de la transacción económica en todo? ¿Cuándo fue que el amor se convirtió en una plaza mercado, las relaciones sociales una subasta, los estudios una casa de empeño, la familia una garantía o los viajes un pagaré?

Con razón no cuidamos lo que no nos resulta útil a simple vista y de manera individual. Porque no es capital. Ahora entiendo por qué las personas no amplían su círculo social, porque no les genera valor. Es fácil entender en esta lógica que no se cuiden las ciudades que no son suyas, que malgasten agua, energía, que talen árboles, que compren descaradamente ropa que contamina los océanos, que se usen vehículos que acaben con el aire. Por su puesto, porque no entra en su lógica del capital.

¿Cuánto vale una amistad? Ni idea, no me interesa la pregunta y no le creo a la respuesta. ¿Cuál es el costo económico de no salvar al jaguar, o de salvarlo? Tampoco me importa, no necesito ver una cifra para entenderlo. Igual con la protección de los ríos, pero también con el cuidado de las personas. ¿Cuánto aporta a la rentabilidad de una empresa que las mujeres estén en las juntas directivas? Ni idea, la pregunta es obscena.

La existencia de nadie ni de nada tiene que justificarse en cifras, ni siquiera para traducirles a los empresarios o a los contables. Es un juego perverso y arriesgado. Por un lado, por la dificultad de hacer de todo un número, por otro por lo poco consciente que es instrumentalizar a las personas y a la tierra y por último porque la vida es mucho más que eso. El cuidado y el mantenimiento de la vida superan todos los valores y los costos.

Yo conozco el planeta en el que vivo, también soy occidental y estoy en un sistema capitalista. No soy ingenua y coincido en la importancia de vivir en un mercado libre donde se genere prosperidad para todos. Pero lo que no puede ser es que el sistema económico, que nos sirve para el sustento, se vuelva la única manera de pensar y de vivir la vida.

Yo creo que es posible aprender por aprender, conocer personas por el placer de hacerlo, viajar porque sí y leer libros que no sirven para nada más que para eso, para leer. Yo creo que todos tenemos el derecho a existir sin que nos pongan precio. También creo en la espontaneidad de la vida y en el derecho del gozo por el gozo.

No sé para qué me van a servir las personas que conozco en el futuro; ya sé cómo me nutren la vida hoy. No sé si lo vivido se volverá capital o si los aprendizajes se vuelven moneda, lo que sí sé es que he vivido y he aprendido y con eso me basta.  No sé si pueda traducir la importancia de cuidar los bosques o el agua en plata, pero sí sé que sin la naturaleza no somos, porque somos naturaleza.

Hay cosas que no quiero capitalizar, porque no están al servicio del capital sino de la vida, que no tiene precio.

Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/juana-botero/

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