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“La escritura es una de las formas más puras de intimar con alguien”. Así lo expresa Sara Jaramillo Klinkert en una preciosa columna que leí por azar y que luego se convirtió en un motor potente que hizo mover las manos y los corazones de los estudiantes. La leímos en el aula y, allí, nos apropiamos de su experiencia y la volvimos nuestra. La invitación a escribir una carta no fue ingenua. Cada uno podría intimar con alguien sin pensar en la nota o en la calidad técnica del texto. La condición en este sentido fue que se escribiera a mano y, luego, se indicó el propósito del ejercicio: expresar lo no dicho; el reclamo silenciado; el reconocimiento o el elogio que llegó hasta la garganta y se quedó allí, estancado; reiterar el amor…
Supuse que casi todos simularían el ejercicio, para, unos minutos después, salir del salón sin ton ni son. Sin letras. Sin papel. Pues, no. Aquel motor ejerció una fuerza tal que casi dos horas no bastaron. Se concentraron como pocas veces los había visto. Algunas lágrimas y una que otra sonrisa se convirtieron en señales de que la actividad no era una tarea, era una necesidad.
En el tiempo de la clase, los asistentes se multiplicaron por dos. Entró un abuelo que le recordaba a la niña que ella sí podría ser profesional. Se sentó una novia que nunca había leído una carta escrita para ella. En una esquina se ubicó una mamá que recibió el agradecimiento y no el reproche por su decisión de irse, hace una década, a vivir al extranjero de donde no puede volver porque no tiene papeles. Y fue, precisamente, otro tipo de papel el que la envolvió en un abrazo pausado.
Este no fue un ejercicio de catarsis; fue una pequeña revolución. Escribir, hoy, es un acto de resistencia y más si se hace con la lentitud del manuscrito. Cada carta hizo que el orden establecido en el salón se rompiera con silencio. En tiempos de hiperconexiones y sobre estímulos de cuenta de la cantidad de datos que recibimos todos los días; en momentos en los que “no hay tiempo” para vivir; en época del like, sentarse a escribir una carta, y enviarla, es casi heroico.
Tenemos mucho qué decirnos, ¿quién sigue?
https://www.elcolombiano.com/opinion/columnistas/llego-carta-AG18966134