Tipos de contenido

Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.
María Antonia Rincón

No apta para señoritas: ínfimos e infinitos

Te podría interesar

Elige el color del texto

Elige el color del texto

Escuchar artículo
PDF

Las imágenes del telescopio espacial James Webb nos tienen impresionados. Las distancias medidas en años luz nos desbordan y superan nuestros propios límites de comprensión. Leer que esa luz es el pasado y que estamos viendo casi la frontera de los inicios del universo parece, para nuestra racionalidad tan cortica, una experiencia más de magia que de ciencia y tecnología. Ser testigos de semejante maravilla cósmica nos ubica en dos perspectivas y un parangón: una perspectiva desde donde vemos lo más macro y otra desde donde vemos lo más micro; y allí, el parangón de ubicar la existencia de cada uno de nosotros entre una y otra.

Incluso, los términos micro y macro ya no son suficientes para abarcar las proporciones que soportan el todo. Hasta ahora, parece que solo los humanos somos capaces de darnos cuenta de que somos individuos, que vivimos en interrelación con otros y que habitamos este planeta en medio de condiciones particulares. Si nos vemos desde afuera somos ínfimos. Si nos miramos desde adentro, infinitos.

Maravillarnos con lo que hay más allá de la propia capacidad de comprensión tiene una belleza mayor: nos ayuda a ubicar nuestra propia experiencia vital. Nos damos cuenta de que estamos aquí, testigos y protagonistas, gracias a la existencia de miles de otros que estuvieron antes, sumado a múltiples toques de azar. Cada uno de nosotros, ínfimos e infinitos, somos vida que se comprende, aún, desde las posibilidades del tiempo y del espacio. Sin embargo, esta rareza que llamamos vida parece cumplirse en otra dimensión: el amor. Más allá de la ciencia y la tecnología, nuestra existencia se soporta en las relaciones con los otros. En la posibilidad de ser humanos porque nos re-conocemos como seres inteligentes y sensibles; capaces y necesitados de la experiencia del otro. Nuestra existencia no depende de nosotros mismos, sino de cada uno en relación con los otros de antes, los de ahora y lo que seguirán, en el tránsito de distintas manifestaciones del amor.   

5/5 - (5 votos)

Te podría interesar