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María Antonia Rincón

No apta para señoritas: entre la enfermedad y el azar, agradecida

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“Esa gripa que está dando”; “uno ya no sabe qué es”. “Por los síntomas, se maneja como positivo sin prueba”. Regresó el coronavirus. Yo ni había vuelto a pensar en los riesgos; bajé la guardia con los cuidados básicos y creí que “eso” no repetiría. Parece que lo pesqué en un cumpleaños, cuando celebrábamos la vida de un querido amigo. ¡Las paradojas de la existencia! Después, en medio de la enfermedad, otro que apareció fue el pensamiento recurrente sobre el azar: la cantidad de pequeños sucesos que acontecen en lo cotidiano y que uno ni alcanza a atisbar, aunque su efecto sea contundente.

Entre la Covid y el azar hubo un síntoma que no experimenté la primera vez, pero que se impuso de manera contundente en esta nueva temporada. Sentí mucha tristeza. Una sensación profunda, sin aparente razón. En las conversaciones al respecto, varias personas mencionaron que también habían pasado por esa angustia aparentemente inexplicable. Después, la cabeza empieza armar figuras y a entregar razones: sentirse vulnerable, el aislamiento, el sistema de salud, la posibilidad de contagio, la ausencia laboral… en fin. Razones hay, pero…

Es decir, sé que el malestar pone al cuerpo y a la mente en un estado de decaimiento; sin embargo, un leve indicio de certeza me rondaba haciéndome sentir que esta enfermedad era solo el escenario para que tal tristeza tan honda tuviera lugar y momento de expresarse. Tal vez, aquí, el azar obró con sigilo.

Por esos días leí una columna de la siempre atinada Leila Guerriero: “Una de las preguntas que les hace es: “Si tuvieras un superpoder, ¿cuál sería?”. Yo, sin pensarlo un segundo, me dije que sería el superpoder de estar siempre contenta”. Aquí ya el azar volvía a juguetear. Yo también quisiera estar siempre contenta, es preciosa la imagen. Hay delicadeza y humildad. No se refiere a la obligación de ser feliz; tampoco a una emoción desbordada. Estar contenta es asumir la vida con sensatez. Con la certeza del dolor y del vacío, pero con sentido, reconociendo la experiencia vital con alegría.

A ese superpoder quiero de ñapa sumarle otro: estar siempre agradecida. La enfermedad y la conciencia del azar dan perspectiva, uno percibe a los seres amados más cerca y fuertes; siente su afecto en cada palabra. El hogar abraza con más ternura. Los alimentos, incluso sin poder disfrutar de sus sabores, hacen que el cuerpo y el espíritu se reconforten. La mamá nos enseñó a agradecer todo: lo bueno, lo malo; la salud, la enfermedad. Pero a uno se le olvida.

Agradecer que estamos en este tiempo y espacio; que la vida sigue, que todo llega y pasa. Agradecer que amamos y que nos aman. Agradecer al azar. Agradecer la tristeza, porque así también puedo agradecer el estar contenta.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/maria-antonia-rincon/

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