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A menos de un mes para las elecciones locales y regionales, Medellín no sale de la crisis. La creencia es que, con el fin del gobierno de Quintero y la improbabilidad de que su candidato (Juan Carlos Upegui) gane, la ciudad verá la luz de nuevo. Pienso que ese escenario cada día está más sobrevalorado, porque pone el problema sólo en un personaje -que tuvo mucho que ver, no hay que negarlo- pero poco en un sinnúmero de situaciones que no ayudan a que Medellín tenga un rumbo claro los próximos cuatro años.

Me quiero referir a una en específico: la violencia entre políticos, en especial entre candidatos a la Alcaldía. Los debates en nuestra ciudad se están caracterizando por la falta de ideas y el exceso de insultos. Los escenarios en los que los ciudadanos pretenden escuchar los planes de cada candidato se han vuelto un ring de boxeo -sin golpes, por ahora- donde los gritos, las acusaciones, la campaña sucia, la paranoia, los señalamientos mentirosos, entre otras actitudes, son la regla.

La “pelea de machos” que se ve en cada espacio que se supone es para debatir, nos muestra personajes que ética y estéticamente no se mueven dentro del concepto de “paisa berraco” que nos caracterizaba en otra época, sino en el de “traqueto gritón”, que es más reciente, actual, y que algunos de ellos representan de manera tan precisa que podríamos creer que no es un juego de rol.

Este comportamiento poco ejemplar de quienes pretenden gobernar Medellín genera desconfianza no sólo hacia ellos, sino también entre ciudadanos. Si los candidatos se comportan así, ¿por qué no lo harían de la misma manera los habitantes de la ciudad? Quienes compiten por la Alcaldía dicen defender la democracia y respetar la diferencia; promueven discursos que llaman a la convivencia pacífica y a la recuperación de la ciudad; llaman a los habitantes de la ciudad a la participación masiva para cuidar a Medellín; pero, frente a la cámaras y delante de millones de espectadores, se tratan entre ellos de ladrones, corruptos y narcotraficantes.

¿Cuál es el compromiso ético y estético de los posibles gobernantes desde ya y durante los años de mandato? No queda claro. Esta campaña no sirvió para debatir ningún plan, sino para profundizar la polarización, el odio entre diferentes y la violencia -verbal, por ahora- como primera forma de confrontación. No dieron ejemplo y les quedó grande la ciudad. Mal por ellos, que se creen líderes y son sólo un grupo de narcisos a los que les importa más lo que ven en el espejo que lo que se sufre en las calles.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/daniel-yepes-naranjo/

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